En Zarzuela apenas se habla. Hay un silencio denso, pesado, que lo envuelve todo. La reina Sofía atraviesa uno de los momentos más duros de su vida. Su hermana, Irene de Grecia, se apaga lentamente. Y ella, con el corazón encogido, no duerme. No quiere cerrar los ojos por miedo a que, al abrirlos, ya sea demasiado tarde.
Hace tiempo que la familia confirmó en privado lo que todos temían: Irene padece Alzheimer. Así lo señalaron varios medios como la revista Lecturas. Una enfermedad cruel, lenta y devastadora. En su caso, el deterioro ha sido muy rápido. Ha perdido la memoria, los recuerdos, las palabras. A veces ni siquiera reconoce a su hermana. No habla. No camina. Apenas reacciona. Pasa los días sentada, en silencio, en una cama o en una silla. Los médicos han sido claros: no hay esperanza de recuperación.

El estado de Irene de Grecia empeora cada día
Desde entonces, en Zarzuela reina la tristeza. El ambiente es sombrío. La reina Sofía intenta mantenerse serena, pero todos los que la rodean saben que sufre. Siempre ha sido una mujer discreta, fuerte, acostumbrada a soportar la presión en silencio. Pero esta vez es diferente. Esta vez le duele el alma. Irene no es solo su hermana, es su mejor amiga, su confidente, la persona que ha estado a su lado desde que eran niñas en Grecia.
Ambas lo han compartido todo. Los años de exilio, los viajes, la vida en Madrid. Vivían juntas en el Palacio de la Zarzuela, inseparables. Ahora, la reina Sofía ve cómo su hermana desaparece poco a poco, cómo se aleja de este mundo sin poder hacer nada. Cada día que pasa es una despedida silenciosa. Y eso la está hundiendo.
Según fuentes cercanas, la madre de Felipe VI apenas come ni duerme. Pasa las noches despierta, esperando. Dice que no quiere “dejarla sola” cuando llegue el final. Quiere estar ahí, a su lado, sujetándole la mano. Teme que la muerte llegue mientras ella descansa, y no podría perdonárselo. Por eso se queda en vela, con la luz tenue encendida, escuchando los sonidos del pasillo, atenta a cualquier movimiento.

La reina Sofía teme que ocurra lo peor en cualquier momento
Desde que falleció su hermano Constantino de Grecia, Sofía se siente cada vez más sola. Los tres hermanos siempre fueron inseparables. Ahora, solo queda ella. A veces confiesa a su entorno más íntimo que le cuesta entender por qué ella sigue aquí y ellos no. Habla poco, pero se nota en su mirada el cansancio emocional y la tristeza profunda que la acompaña.
Los médicos que la atienden están preocupados. Hablan de depresión severa. Sofía incluso ha recurrido a medicina tradicional y espiritual en busca de remedios ancestrales para ella y para su hermana. Sus hijos, Felipe, Elena y Cristina, intentan animarla, sacarla de casa, distraerla con compromisos oficiales. Pero nada funciona. Ella solo quiere estar junto a Irene. Sentarse a su lado, en silencio, y esperar. Esperar ese momento que tanto teme. Porque cuando su hermana se vaya, una parte de la reina se irá con ella.