De todos es sabido que en Zarzuela, la reina Letizia tiene un estricto control sobre lo que se come o se deja de comer. No sólo en casa, sino también en el comedor de la escuela de sus hijas. La reina tiene pavor a los azúcares, los prefabricados, las grasas, las fritangas y los dulces. Prueba de eso la podrían dar su marido y sus hijas, acostumbrados a no ver ni en pintura algunos de los productos que suelen comer muchos niños para merendar o desayunar. La asturiana es una sargento de hierro en el tema de la alimentación, y no hace ninguna concesión. Todo lo que no sean sopas de acelgas y productos sanísimos (pero aburridos) para el cuerpo, no entra por la puerta.
Para Letizia es condición sine qua non que en palacio se coma sano. Eso, acompañado de un estilo de vida saludable (tampoco prueba el alcohol, de fumar, ni hablar y siempre que puede hace ejercicio), son para ella un dogma a seguir. Mens sana in corpore sano, debe pensar. Buena alimentación y ejercicio para tener una salud de hierro y un cuerpo tonificado. Para conseguir las dos cosas hacen falta diferentes aspectos: constancia, mentalidad a prueba de tentaciones y una serie de normas a seguir. Con respecto al deporte, gimnasia, yoga, tablas con series de bíceps, tríceps, abdominales y flexiones y cosas por el estilo. Con respecto a la gastronomía, dejando muy claro en las cocinas de Zarzuela que todo lo que les pongan en el plato tiene que tener omegas, vitaminas, nutrientes y cero grasas. Evidentemente, en esta ecuación no hay lugar para los azúcares. Enemiga declarada número 1 de los edulcorantes, en Palacio no entran según qué productos. Sin ir más lejos, tal como recuerdan en El Español, en el pabellón del Príncipe donde vive ella con Felipe y las hijas, no se consume azúcar. Ni de coña.
Tal como recuerda el citado medio, en julio del 2020, cuándo fue con su marido a Benidorm y se detuvo a charlar un rato con el propietario de una heladería artesanal que les dio a probar alguno de sus productos, ella declinó educadamente comer ningún helado. Ni de chocolate, ni de fresa, ni incluso aquel que se popularizó hace unos años, el 'Pitufo', que era de color azul, como el color de su sangre. Según el medio, las palabras exactas de la reina fueron: "En casa no tomamos azúcar", dijo mientras el rey Felipe probaba un helado de turrón, eso sí, sin azúcar, o "el dulce veneno", como le llaman algunos a este producto. Explican que Letizia no deja pasar por la puerta ni el azúcar ni sucedáneos como la tradicional sacarina, uno de los edulcorantes más antiguos. Tampoco estevia, edulcorante natural extraído de la planta del mismo nombre. Así las cosas, ¿cuál es el único edulcorante que Letizia deja entrar en Zarzuela? En las cocinas de palacio utilizan única y exclusivamente uno, eritritol, edulcorante que por lo visto, está de moda entre los deportistas de élite y las celebrities internacionales que quieren tener un control exhaustivo de su línea.
¿Y dónde encontramos el eritritol? Es de origen natural y se encuentra en frutas y vegetales, y tiene una particularidad muy atractiva para la reina, un escaso valor calórico, ya que su aportación es inferior a 0,2 kcal por gramo, además de tener casi la misma dulzura que el azúcar habitual. Eso sí, los expertos avisan de que este producto puede provocar, como contrapartida, dolores estomacales o abdominales, y que no es tan fácil de procesar por el cuerpo como parece. Evidentemente, hay que tener en cuenta que el hecho de que esté permitido en Zarzuela no significa que sea habitual, todo lo contrario. En contadísimas ocasiones lo hacen servir. Recordar que Letizia, lo que sí come en abundancia, son otro tipo de productos. ¿Cuáles? Pescados, frutas ricas en fibra como piñas, peras, manzanas o frutos rojos, también aguacates, pimientos, verduras y vegetales como brócoli, espinacas, acelgas (of course) o espárragos, legumbres, yogures y lácteos fermentados, frutos secos, cereales o especias como cúrcuma, nuez moscada o jengibre.
Prohibido terminantemente el alcohol, incluso en los brindis en comidas de recepciones oficiales (aunque alguna vez la hemos visto llevarse una copa a los labios) y muy de vez en cuando, satisfacer alguno de los placeres culpables gastronómicos que le gustan, como por ejemplo, ir con las amigas a un local del centro de Madrid que por lo que parece, hacen las mejores croquetas de la capital. En el barrio de Malasaña, concretamente, donde va a menudo con las amigas íntimas. Unas escapadas culinarias, por ejemplo, a La Gastro de Chema Soler, en la calle del Barco.