A Felipe le hemos visto o de etiqueta o de soldadito español, como dentro de poquito veremos a su hija Leonor, aunque este sea un motivo de discusión con Letizia, con portazos y gritos. Eso con respecto a los looks. Porque con respecto a acciones, lo hemos visto de diferentes maneras: de intensito cuando se sienta delante de la rojigualda para dirigirse a la nación, de campechano como su padre cuando saluda los palmeros que hiperventilan cuando ven a ¡su majestad!, poniéndose las botas en los miles de festines con buena manduca que se pega a costa de los ciudadanos, o, en determinadas ocasiones, saliéndose una pizca del papel, mostrándose (falsamente) espontáneo y ocurrente dependiendo de allí dónde se encuentra, de quién le rodea y de qué hay. Hace poco, por ejemplo, lo vimos jugando a las maquinitas con unas gafas de realidad virtual o tocando el cajón en Cádiz, práctica que hace a menudo cuándo está en casa y nadie le ve, ya que es una afición que le viene de lejos y dicen que en casa tiene un par para hacer ir las palmas.


A raíz de estas últimas imágenes, muchos medios han hecho inventario de los golpes escondidos del Borbón, qué aficiones no demasiado conocidas se le atribuyen y qué se le da bien, más allá de ir pelando la pava en el trono español. Por ejemplo, hay quien asegura que es un hacha jugando al billar, cosa que perfeccionó pasando muchas horas haciendo la instrucción en la Escuela Naval Militar de Marín en el año 1986. O cuándo en el 2018 dejaba a muchos con los ojos como platos visitando uno de los Pueblos Ejemplares de Asturias, participando en Moal del lanzamiento de bolo vaqueiro. En Asturias, por cierto, aprendió, dicen, a escanciar sidra. Jugar al ping-pong o al futbolín también figuran entre los hobbies desconocidos del monarca que alguna vez ha mostrado en público, como el día que hizo una partidita con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno.




Hay, sin embargo, una afición que muchos juran y perjuran que Felipe es un crack que no le ha visto hacer nunca nadie. Una pasión oculta que hace años que lo sedujo y que no ha osado nunca demostrar delante de los ojos de todo el mundo. ¿Cuál? Bailar. Pero no un estilo cualquiera, sino bailar ni más ni menos que claqué. Vaya, que le habría gustado ser Fred Astaire. El escritor José Apezarena, autor del libro Los hombres de Felipe VI, asegura que "Es un gran bailarín, igual que su madre, doña Sofía, a la que le encanta bailar y por cierto, sabe bailar bien claqué"... Eso sí, por mucho que lo digan algunos cronistas, nunca se ha atrevido a demostrarlo públicamente... Ya nos lo imaginamos llegando así a Zarzuela, saludando tal que así a Letizia en lugar de la percha (aunque son igual de estiradas) y yendo al gimnasio privado que tienen en casa...
¿Felipe de Borbón? No: Felipe Astaire.