Este verano la crisis matrimonial entre Felipe VI y Letizia volvió a quedar al descubierto. No es nada nuevo. Se habla de su distanciamiento desde hace más de diez años. En público, cumplen el protocolo. En privado, mantienen vidas separadas.
El rey llegó a Mallorca el 26 de julio. La reina apareció cinco días después, el 31, junto a Leonor y Sofía en los cines Rívoli para ver un documental. Al día siguiente, Felipe asistió a un concierto. Letizia no estuvo. El 3 de agosto, la reina clausuró el Atlàntida Film Fest, otra vez sola.

Dos breves apariciones en conjunto
Solo coincidieron dos veces en público: el lunes 4, en la tradicional recepción de Marivent, y el martes 5, en una exposición de Joan Miró. Después, comenzaron las vacaciones privadas. Casa Real no informó del destino, pero las filtraciones lo revelaron: Grecia.
El viaje no ha sido conjunto. A priori, Felipe se ha instalado en la villa de Guillermo y Máxima de Holanda, una propiedad de 4.000 m² en el Peloponeso, con tres casas independientes, acceso directo al mar Egeo y valorada en 4,5 millones de euros. Un lugar discreto y aislado.
Vacaciones privadas cada uno por su lado
Letizia ha optado por otro plan. Lleva cuatro días en un yate, rodeada de un pequeño grupo de personas de confianza. Entre ellos, según varias fuentes, estaría su amante actual, un hombre vinculado a las altas esferas. Expertos en la Casa Real como Laura Rodríguez o Maica Vasco sostienen que tanto el rey como la reina han rehecho su vida sentimental por separado desde hace tiempo.

El paradero exacto de la embarcación no se ha confirmado, pero se mueve por aguas griegas, lejos de la villa donde está el monarca. No hay planes comunes ni hay apariciones conjuntas. Tampoco con Leonor y Sofía. Ellas pasarán unos días con su padre, otros con su madre y otros con amigos. Nada en conjunto. La imagen de familia unida que antes se ofrecía cada verano ha desaparecido.
Lo que hay ahora son dos agendas independientes, dos círculos sociales distintos y dos estilos de vacaciones que confirman que la distancia entre los reyes ya es estructural. La convivencia queda reducida a los actos institucionales y a las fotografías preparadas para la prensa.