Letizia es una mujer muy controladora, calculadora y obsesiva, esto no solo la ha alejado de la ciudadania, sino que también le ha causado numerosos problemas. De hecho, ha tenido que acudir a terapia, ya que le generaba mucho estrés y ansiedad. Aunque ella quiera no puede tener todo bajo control. Muchos de los actos institucionales de los reyes, especialmente los de Felipe VI, se celebran en los grandes salones del palacio de la Zarzuela, preparados para recepciones. Aunque los monarcas residen en el Pabellón del Príncipe, en el mismo recinto pero a 900 metros de distancia, mucha gente pasa todos los días por allí, entre visitas oficiales, amigos, familiares o personal de servicio, por ello Letizia instaló un sistema de seguridad.

Felipe y Letizia / EP
Felipe y Letizia / Europa Press

Todas las personas externas a la familia o a su círculo más cercano entran por la misma puerta principal, la menos discreta, donde está el personal de seguridad y este sistema infalible por el que deben pasar todos como si fuese el control de un aeropuerto. La persona debe pasar de forma individual por escáneres de rayos X y detectores de metales. En la cinta dejará los pequeños enseres como carteras, bolsos o aparatos electrónicos, mientras que ellos pasarán por el detector. De esta forma se aseguran que ninguno de los visitantes entren algún tipo de arma con la que hacer daño a algún miembro de Casa Real o puedan sustraer algún objeto de gran valor. 

Felipe VI y Letizia tienen un sistema de seguridad para evitar filtraciones en Zarzuela 

El control no acaba aquí, porque seguidamente todas las personas sin excepción, incluso amigos de los reyes o familiares deben dejar algunas de sus pertenencias en unas taquillas designadas para ese fin. Todos los aparatos electrónicos se quedan en las taquillas custodiados por un personal de seguridad que en caso de sonar una llamada se le comunicará a la persona en particular. De esta forma, Felipe VI y Letizia consiguen que nadie entre con aparatos que puedan grabar en vídeo el interior de Zarzuela ni una conversación privada entre ellos, tampoco tomar fotografías ni grabar conversaciones con grabadoras ni micrófonos ocultos.

Y por si esto fuera poco, si alguien se le escapa información por la boca podría arruinarse para siempre. Nada más entrar, todos los visitantes reciben una tarjeta de visitante durante el tiempo que se encuentren en el interior de Zarzuela y además deben firmar un contrato con una cláusula de confidencialidad en la que se comprometen a no decir absolutamente nada a nadie o deberán pagar unas multas multimillonarias, un dinero imposible de asumir por una persona de a pie.

Letizia y Felipe dicen adiós a Leonor
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