En Grecia, lejos del protocolo y de las cámaras oficiales, Letizia ha mostrado una versión desconocida. O, al menos, una que pocos habían visto tan de cerca. La reina ha dejado atrás los trajes de gala, la sonrisa calculada y las normas estrictas para disfrutar de un verano en el que las reglas parecen haberse evaporado.
Mientras Felipe VI permanece inmerso en sus propios problemas y tensiones familiares, Letizia ha elegido navegar por aguas muy distintas. Literalmente. Lo hace a bordo de un yate de lujo valorado en ocho millones de euros, navegando por los rincones más exclusivos del Mediterráneo. Allí, rodeada por un círculo selecto, pasa los días bajo el sol, con bikini o pareo, sin la presión de la etiqueta real.

La reina Letizia, desatada en las islas griegas
Lo que más ha llamado la atención no es solo el escenario, sino los hábitos que ha dejado entrever. Fuentes cercanas afirman que fuma. No de forma compulsiva, pero sí con la naturalidad de quien está acostumbrada. Un cigarrillo que, muchas veces, acompaña de una copa. Detalles que rompen la imagen de abstinencia y antitabaco que la reina siempre ha defendido públicamente.
No es la primera vez que se insinúa. Tanto Leonardo Faccio como David Rocasolano han contado que Letizia siempre lleva un Marlboro en el bolso y que disfruta de un buen vino o un cóctel. Sin embargo, ahora, las escenas en alta mar parecen confirmarlo con más fuerza que nunca.
Distanciamiento total
La distancia con Felipe VI no es algo nuevo. En los últimos veranos, sus agendas privadas han dejado claro que comparten menos tiempo juntos. Este año, la brecha ha sido más evidente. Aunque ambos llegaron a Grecia, sus caminos se separaron rápido. El rey eligió reuniones discretas y descanso en tierra firme. Letizia, en cambio, se refugió en el mar, lejos de miradas incómodas.
En Mallorca, antes de este viaje, ya se había percibido la frialdad. Llegadas en fechas diferentes. Escasas apariciones conjuntas. Coincidencias contadas y siempre en actos oficiales, como la recepción en Marivent o una visita a una exposición. Nada más.

En el yate, la reina se mueve con total libertad. Ríe, charla, se broncea y se permite gestos que serían impensables en un acto institucional. Según algunas versiones, entre los invitados a bordo estaría un hombre influyente con quien mantiene una relación muy cercana. Rumores que suman morbo a unas vacaciones que, por mucho que se quieran mantener en privado, no dejan de generar titulares.