Todas las familias esconden secretos y los padres esconden uno muy inconfesable: cuál es el hijo preferido. Lo más natural es que los progenitores amen a todos los hijos por igual pero siempre hay alguno con quien se tienen más afinidades, complicidades con quien o confidencias. No es malo, simplemente es así. En la Casa Real hay dos hijas llamadas a la sucesión: Sofía y Leonor. Una es la heredera pero Felipe y Letizia ya han dejado claro que también es la favorita. Gesto muy feo. Las dos adultas con 18 y 19 años, las dos Borbón, las dos de género femenino, las dos nacidas con un objetivo: la continuidad de la monarquía en España. Por mucho que hayan sido educadas en igualdad como hermanas, solo una es princesa: Leonor. Eso la hace merecedora de más derechos y obligaciones que la que solo es infanta. Todo el mundo, ellas mismas, aceptan esta carga, esta distinción, esta discriminación. Es la Corona. Como las grandes estirpes donde el primogénito hereda la empresa, en Zarzuela la primogénita hereda el título de reina. El problema viene cuando en el ámbito íntimo, personal, privado, los padres no esconden esta discriminación de la pequeña Sofía. Leonor es el grande, otra cosa es que también es la preferida. Acaba de producirse un hecho que ha arruinado para siempre la vocación que las dos hermanas se sientan igual de valoradas, amadas y consideradas como mínimo en el ámbito privado. La pifia ha sido de Letizia.

Este fin de semana Letizia ha aparecido por sorpresa, sin anunciar, en el Panamá para visitar su hija mayor, Leonor, que hacía escala en este país centroamericano en su larga gira con el Elcano por Latinoamérica. ¿Por qué ha escogido Panamá? Nadie lo sabe, allí está donde la tía Pilar de Borbón aparecía en los famosos Papeles de Panamá de evasores fiscales. Será casualidad. El caso es que Letizia ha representado el papel de madre preocupada que hace cinco meses que no ve a la hija mayor, desde que zarpó con el velero Elcano de Cádiz a enero. Han hablado por videollamada pero en persona no se habían visto. Muy bonito, un abrazo amoroso y una comida en un restaurante de ceviches. Todo muy bien excepto por un detalle. Cuatro días antes, el martes, la hija pequeña Sofía hacía 18 años y les celebraba en la más estricta soledad, en un internado de Gales, sin ninguna celebración familiar, oficial ni de sus seres amados. Y Letizia no hizo el gesto de coger un Falcon y voló mucho más cerca, en el Reino Unido, en Europa, para hacerse una foto abrazándose con la hija pequeña en un día mucho más importante para ella, su mayoría de edad. Letizia ha preferido volar mucho más lejos, a Panamá para abrazar a Leonor sirviendo en la Marina.


Letizia lo ha hecho muy mal. Viaje privado solo para una de las hijas. La foto solo tendría que haberse producido si cuatro días antes Letizia se hubiera fotografiado en Gales abrazando a la hija pequeña por sus 18 años. Pero no. Letizia no mira por el interés de las chicas sino por el suyo. Esta es la foto que deja bien Letizia. Foto con la princesa por un día cualquiera en la Marina. Para la infanta Sofía y sus 18 años, nada de nada. Queda claro que en el ámbito privado, la favorita es Leonor. Felipe ha conservado un papel institucional y sin gestos de cara a la galería, pero la madre, la que ya solo conserva el papel de madre porque constitucionalmente no pinta nada, que ya no puede ejercer la regencia, no dirige la educación de las hijas ni tiene ningún otro papel que el decorativo, ha decidido elevar su imagen abrazándose a la princesa y dar por perdida a la que solo es infanta. Sofía sopla en Gales 18 velas en soledad. Y amargura. Ya sabe lo que va a ser el resto de su vida.