La reina Letizia ha vuelto a demostrar que nada, absolutamente nada en la vida de la princesa Leonor, queda fuera de su supervisión. El pasado 1 de septiembre, la heredera al trono inició su último año de formación militar en la Escuela del Aire de San Javier, en Murcia, y aunque el protocolo parecía estar medido al milímetro, hay un detalle que ha hecho saltar todas las alarmas dentro y fuera de Zarzuela: la reina ha elegido personalmente a las compañeras de habitación de su hija.
La decisión, que ha sido interpretada por muchos como una muestra de desconfianza, responde a una obsesión cada vez más evidente: Letizia no permite que Leonor se relacione con “cualquiera”. La soberana, que ya protagonizó maniobras similares en los años anteriores, ha pedido una lista completa de los alumnos y alumnas que compartirán curso con la princesa. Tras revisar los perfiles uno a uno, ella misma seleccionó a las tres jóvenes que convivirán con su hija durante el periodo de instrucción.

Letizia marca territorio en la Escuela del Aire
En San Javier, Leonor inicia su formación más exigente como alférez, incorporándose al cuarto curso junto a los cadetes más experimentados. Se trata de una etapa crucial que marcará el final de su preparación militar antes de recibir las tres máximas condecoraciones de los ejércitos españoles, igual que su padre, el rey Felipe VI. Sin embargo, lo que debería ser un período de disciplina y aprendizaje, se ha convertido en un asunto de Estado debido a la intervención directa de su madre.
La presencia de Letizia en la organización del entorno de su hija no ha pasado desapercibida. Según fuentes cercanas a la Casa Real, la reina teme que se repita el episodio de la Armada, cuando se filtraron rumores sobre un supuesto acercamiento entre Leonor y un joven guardiamarina. “Fue un llamado de atención que no está dispuesta a volver a tolerar”, aseguran desde el entorno palaciego. Para Letizia, la reputación de su hija es un asunto de seguridad nacional, y no duda en actuar con mano de hierro para mantenerla intacta.

Una vigilancia que divide a Zarzuela y preocupa al rey Felipe
El control casi obsesivo de la reina ha generado malestar en el Palacio de la Zarzuela, especialmente entre los asesores del monarca. Felipe VI, más reservado y diplomático, considera que la princesa debe aprender a desenvolverse sola, sin la sombra constante de su madre. Sin embargo, Letizia no comparte esa visión. Ella, que conoce de primera mano el poder de la opinión pública y la dureza mediática, prefiere pecar de precavida antes que ver el apellido Borbón asociado a un nuevo escándalo sentimental.
A la presión institucional se suma un factor personal: Paloma Rocasolano, la madre de Letizia, vive a pocos kilómetros de San Javier. Este detalle, aparentemente casual, le permitirá a la reina visitar con frecuencia la base aérea bajo el pretexto de ver a su madre, aunque en realidad todos saben que su verdadero interés está en vigilar de cerca la vida de Leonor. Las visitas “familiares” se han vuelto la coartada perfecta para un seguimiento más constante de la futura monarca.