A pesar de que desde la casa real se vende la experiencia de la princesa Leonor en el buque escuela Juan Sebastián Elcano como algo maravilloso, lo cierto es que ha estado lejos de ser un camino de rosas. Y no nos referimos a sus problemas de adaptación, que los ha tenido y gordos, sino a las relaciones personales.
Durante sus días a bordo, Leonor mantuvo una breve pero intensa relación con un guardiamarina madrileño de familia influyente. Su cercanía no pasó desapercibida: compartieron confidencias, paseos discretos e incluso fueron captados en una fiesta en Brasil y en la playa de Uruguay, donde, según testigos, hubo más que palabras. Pero lo que parecía una conexión genuina terminó de forma abrupta y con sabor amargo.
El amor que nació en el mar, se quedó en el mar
Cuando comenzaron a circular imágenes comprometedoras, Zarzuela ordenó averiguar más sobre el joven. Lo que se descubrió alarmó al entorno más próximo de la princesa: su supuesto compañero tenía fama de oportunista, un joven que utilizaba su físico y encanto para escalar socialmente. Las sospechas sobre sus intenciones afectaron profundamente a Leonor, quien, al enterarse, tomó distancia inmediata.

El punto de ruptura definitivo llegó cuando la princesa mencionó su interés por reencontrarse en Nueva York con Gabriel, un joven con quien tuvo una relación cercana en sus años de formación en Gales. Aunque esa historia quedó en el pasado, Leonor comentó la posibilidad de un simple encuentro durante su escala en la ciudad. La reacción del cadete fue desmedida: escenas de celos, reproches públicos y una actitud posesiva que incomodó al entorno real.
La princesa Leonor toma precauciones
Un escenario en el que Leonor no quiere volver a estar. Su posición la hace blanco de personas con dobles intenciones, y no todos los rostros amables son lo que parecen. De ahí que haya preguntado a algunas compañeras por el oficial con fama de guapo del Blas de Lezo.

La princesa quiere evitar acercamientos poco recomendables con príncipes azules que a la larga acaban siendo interesados que se aprovechan de su físico para seducir. Más que por “el guapo”, la heredera debería haber preguntado por “el listo”.