Juan Carlos tiene previsto volver a Galicia la próxima semana. El calendario de regatas le brinda una nueva oportunidad para continuar con su gira de exhibición internacional, ampliando a 11 el número de visitas que ha hecho a España desde que huyera en Abu Dabi por sus tejemanejes económicos. Todo está preparado en casa del armador Pedro Campos, su anfitrión en Sanxenxo. Una casa que se queda pequeña para alojar a los Borbones, porque Elena se apunta a la fiesta y eso deja fuera de combate a la otra hija, Cristina. El objetivo es compensar la última excursión a Pontevedra, en la que un resfriado alteró sus planes. Sin embargo, parece que su llegada no será feliz. Más bien, el luto flotará sobre el ambiente.
Hoy se ha sabido de la muerte del general Manuel Barrós, víctima de ELA, con 70 años. Un militar de Tomiño, a 100 kilómetros de Sanxenxo, a quien le unía una relación profesional y personal fundamentada en décadas de servicio. Fue su protector como Jefe de Seguridad de Zarzuela, desde 1999 a 2013. Saltaba del barco para ascender a general del Ejército de Tierra un año antes de que el Borbón decidiera abdicar, acorralado por la imputación de Cristina en el caso Nóos, el escándalo de Botsuana y la amante Corinna, y un estado cognitivo y físico cada vez más deteriorado, como aquel discurso errático en la Pascua Militar. Una maniobra curiosa, vista con perspectiva. Un premio y un seguro de vida al mismo tiempo. Barrós desaparecía del mapa entre agradecimientos del entonces monarca, y empezaba una etapa en la que la enfermedad ha marcado su existencia y final.

Juan Carlos, consternando en Abu Dabi o Ginebra, no se ha despedido de su colaborador. Su paradero cambiante y lejano lo ha alejado de muchas amistades. Por voluntad propia, que quede claro. El clamor monárquico, constitucionalista pero sobre todo juancarlista de "no ha hecho nada malo, puede y tiene que volver cuando quiera" es un globo pinchado. Porque si no ha vuelto es por pasta, por intereses, por la fortuna obscena que quiere dejar en herencia y que tiene escondida lejos de la Hacienda española. Ha elegido el dinero, no la humanidad. Y ahora es demasiado tarde. Tiene su ironía que el emérito, tan preocupado por cómo será su muerte y sobre todo, qué honores le rendirán en España, acabe enterrando a todos desde la distancia. Barrós, por ejemplo, es más de 20 años menor.

La que sí que tenía relación real con Manuel era la reina Sofía, quien a través de su fundación quiso financiar un proyecto de investigación sobre la ELA con el nombre del difunto. Un gesto para honrar la figura de aquel que veló por la seguridad de la familia durante tanto tiempo, y que se convirtió en realidad el pasado mes de diciembre, cuando se presentó el proyecto. Barrós y la royal se fotografiaron juntos en el auditorio, demostrándose estima mutua. Juan Carlos, como siempre, no estaba. Llega tarde a todo.
