La vida de Jaime de Marichalar cambió no cuando se casó con la infanta Elena sino cuando se divorció. De mala gana ya que él habría seguido con una vida de falsas apariencias. La pareja vivía separada y no se hacían ni caso, hasta que el ictus que muchos han atribuido a "la cocaína" puso punto final a la farsa. Ahora la prensa persigue al exduque de Lugo a la salida del gym con un escultural monitor de quien se dice que son íntimos:

Escribe Sílvia Taulés en Vanitatis: "Su relación con Giorgio Torelli, su entrenador personal, se ha convertido en un pilar en su vida, han cultivado una amistad casi a diario, lo que ha dado sus frutos, ambos abandonan el gimnasio juntos caminando por la acera. Giorgio ha rechazado comentar nada".. El tal Giorgio habla a través de su instagram.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Marichalar tiene la vida de un divorciado sin ninguna relación sentimental conocida en lustros. Sigue con sus vicios intactos. En las fotos fuma o se protege con gafass de sol para mirar donde quiere sin que se sepa qué mira. Pero se intuye todo.