Durante la reciente Cumbre de la ONU sobre Financiación para el Desarrollo, celebrada en Sevilla, la presencia de la reina Letizia no pasó desapercibida. Como es habitual, cuidó hasta el último detalle de su imagen. Desde la cena de gala hasta la apertura oficial del evento junto al rey Felipe VI. Sin embargo, esta vez, la conversación entre algunos invitados no giró tanto en torno a su vestuario, sino a otro tema: las evidentes intervenciones estéticas que acumula.
En los pasillos del Palacio de Exposiciones y Congresos (FIBES), donde se reunieron más de 70 líderes internacionales, comenzaron a escucharse comentarios discretos pero directos. Diplomáticos, asistentes y representantes de organismos multilaterales coincidían en algo: el rostro de Letizia ha cambiado notablemente. Y aunque la mayoría de estos comentarios no eran explícitos, apuntaban a que la consorte ya no consigue disimular los efectos de tantas cirugías estéticas.
La reina Letizia empieza a no poder disimular las intervenciones estéticas
Aunque la reina lució un impecable vestido de Carolina Herrera con pedrería en la cena de apertura y, al día siguiente, optó por un conjunto en tonos coral y papaya, con falda floral, el enfoque se desvió de su elegancia habitual hacia otro tipo de observaciones. Es evidente que se ha hecho demasiadas cosas. Y aunque siga luciendo muy bien, empieza a no parecer ella.
Letizia siempre ha sido conocida por su cuidado extremo de la imagen pública. Desde su incorporación a la Casa Real, ha marcado tendencia, ganándose el apodo de “reina influencer” por su impacto en la moda y su habilidad para destacar en eventos internacionales. No obstante, el paso del tiempo y el uso frecuente de retoques estéticos están generando ahora una conversación más crítica, incluso en entornos diplomáticos.
Demasiado bótox
Según algunos testigos del evento, los comentarios más frecuentes hacían referencia a la tensión visible en su rostro, la pérdida de naturalidad en sus expresiones y un aspecto excesivamente estirado que, en lugar de rejuvenecerla, empieza a generar cierta incomodidad visual. “No hablamos de una intervención, sino de muchas. Y eso se nota”, decía un asistente europeo entre bambalinas.
Aunque ninguna de estas observaciones fue expresada en público, el hecho de que varios invitados coincidieran en sus impresiones deja entrever un problema de fondo: la imagen de Letizia empieza a cruzar la línea entre el cuidado estético y el exceso quirúrgico. El paso del tiempo y la acumulación hacen que estos detalles no pasen inadvertidos.