La infanta Elena vive con el alma en vilo. El estado de salud de su padre, Juan Carlos I, se deteriora rápidamente. Lo sabe. Lo ve. Lo sufre en silencio.

Desde el exilio del rey Juan Carlos I en Abu Dabi, la hija mayor del emérito, la infanta Elena, ha sido su mayor apoyo. Nadie ha estado más cerca de él. Nadie ha hecho más. Más de 60 visitas. Y siempre que pisa España, ella le acompaña. Hace unos días, juntos en Sanxenxo.

Pero la infanta Elena vive con el alma en vilo. El estado de salud de su padre se deteriora rápidamente. Lo sabe y lo sufre en silencio. El rey emérito no mejora. Al contrario. Elena lo reconoce: su padre está grave. Y su mayor deseo, ahora, es verlo volver a casa. A Madrid. O, al menos, a Europa.

Infanta Elena y Juan Carlos con amigos
Infanta Elena y Juan Carlos con amigos

La infanta Elena, pendiente de su padre, Juan Carlos I, en todo momento

Hay un obstáculo, y se llama Felipe VI. El distanciamiento entre ambos reyes es evidente. La última chispa que encendió el fuego: la demanda del emérito a Miguel Ángel Revilla. Una jugada mal pensada. Una forma desesperada de defender su honor. Pero el resultado ha sido nefasto. Felipe pidió que la retirase. Juan Carlos se negó. Y la relación entre ambos se enturbió aun más.

En medio de esta guerra familiar, la infanta Elena ha decidido intervenir. Quiere reconciliarlos. Pide perdón en nombre de su padre. Suplica que su hermano deje el orgullo a un lado. Que piense como hijo y no como rey.

El diagnóstico es duro. Artrosis severa, una pierna inmóvil, y cada vez más dependiente del bastón. Los médicos insisten en que use silla de ruedas en todo momento, pero se niega. No quiere parecer débil. Al menos no en público y ante las cámaras.

Y no es solo lo físico. Hay más. Problemas cardíacos. Usa marcapasos. Y, según algunos cercanos, tiene pérdidas de memoria. Hay momentos en los que no recuerda nombres, lugares o anécdotas.

Juan Carlos y la infanta Elena / Gtres
Juan Carlos y la infanta Elena / Gtres

Felipe VI se resiste a perdonar a su padre

La familia teme lo peor. Viendo a Irene de Grecia, los fantasmas de una posible demencia sobrevuelan Zarzuela. Por eso, Elena ha tomado una decisión. Ha pedido directamente a Felipe VI que reflexione. Quiere que Juan Carlos I regrese. Que viva sus últimos años en su país y no en un desierto lejano. No en la soledad de Abu Dabi.

Felipe exige condiciones: retirada de demandas, discreción, silencio. Elena promete ayudar y controlar la situación. Pero necesita que su hermano escuche, perdone y entienda que el tiempo se agota. Juan Carlos ya no es el que fue. Y eso duele. La infanta lo ve cada día. Por eso no se separa de él. Porque sabe que, cuando llegue el final, quiere haberlo dado todo.

Por el momento, lo único que ha conseguido Elena es que Felipe le deje vivir en Cáscais. No es España, pero es Portugal y está a tiro de piedra de Madrid. Desde allí podrá desplazarse a su tierra natal si es necesario. En este sentido, Felipe le prometió que le dejaría volver bajo dos condiciones: una enfermedad terminal o una intervención de urgencia. De momento ninguna de las dos se ha dado, pero al menos ya no está a miles de kilómetros de la que considera su casa.