La infanta Cristina, lejos de sus planes habituales de verano en Bidart, de las habituales reuniones familiares o las discretas estancias en Suiza, ha decidido pasar varios días a solas con su hijo mayor, Juan Urdangarin. Un viaje íntimo. Un paréntesis necesario. Una oportunidad para recuperar el ánimo y ayudarle a superar un momento complicado.
Cristina siempre ha sido una madre protectora. Desde que estalló el caso Nóos, blindó a sus hijos de la exposición mediática. Quería que fueran vistos como jóvenes responsables, alejados de cualquier escándalo. Evitó que se convirtieran en objetivo de críticas que, de sobra, ya recibía ella junto a Iñaki Urdangarin.

La infanta Cristina está muy preocupada por su hijo Juan
De todos, Juan es el que más preocupa a la infanta. El primogénito vivió el proceso judicial de su padre en primera línea. No era un niño, pero tampoco un adulto. Tenía edad suficiente para entender los titulares y sentir el rechazo. En plena adolescencia, vio cómo sus padres eran señalados y escuchó insultos en la calle. Además, tuvo que ejercer de hermano mayor y, muchas veces, de figura paterna para sus tres hermanos pequeños.
Aquella etapa dejó cicatrices. Cambió de colegio varias veces. Sufrió bullying. Y terminó acudiendo a terapia psicológica, un apoyo que mantiene hasta hoy. Su carácter, ya de por sí reservado, se volvió más hermético. Incluso ha pasado largas temporadas en conventos, desconectado de todo.
Su vida adulta tampoco ha sido sencilla. El año pasado, Juan estuvo a punto de abandonar su trabajo en Londres, en una empresa automovilística propiedad del sobrino de José María Aznar. Un puesto que encajaba con su pasión por la automoción, pero que quedó en entredicho por una crisis sentimental con su pareja, un economista británico.

Nueva crisis con su compañero en Londres
Ahora, los problemas han regresado. Otra ruptura ha sacudido su estabilidad. Y su madre no ha dudado: ha apartado compromisos y ha reservado unos días para estar solo con él. Nada de compromisos institucionales. Nada de apariciones públicas. Solo ellos dos, lejos de las presiones.
El objetivo es claro: desconectar. Romper la rutina y darle un respiro emocional. Cristina sabe que los problemas de Juan no son solo sentimentales. Hay un peso acumulado por los años, por los titulares, por el aislamiento forzado que trajo consigo el escándalo familiar.