Desde hace meses, el estado de salud del rey emérito Juan Carlos I ha dejado de ser una simple preocupación para convertirse en una realidad dolorosa. Quienes mejor lo conocen, especialmente sus hijas, la infanta Elena y la infanta Cristina, están viviendo con angustia el declive físico y mental de su padre, un deterioro que ya no se puede ocultar más.

Fuentes cercanas al entorno de la familia confirman que ha sido Cristina quien ha asumido el papel más difícil: comunicar a sus hijos, especialmente el mayor, la verdad sobre su abuelo. La ex duquesa de Palma les ha trasladado que Juan Carlos sufre síntomas compatibles con una demencia progresiva. Una conversación, sin duda, nada fácil.

Juan Carlos sale del coche
Juan Carlos sale del coche

El deterioro de Juan Carlos I se acelera

Aunque el emérito sigue recibiendo atención médica constante en Abu Dabi, donde reside desde 2020, así como en Ginebra, a donde también acude a menudo, los avances son prácticamente inexistentes. Ni los tratamientos más avanzados han conseguido frenar el deterioro físico que arrastra desde hace años, especialmente en su cadera, ni mucho menos han contenido el desgaste cognitivo que los médicos ya consideran irreversible.

Con 87 años, Juan Carlos I está perdiendo lentamente su capacidad de valerse por sí mismo, y lo más alarmante: sus momentos de lucidez son cada vez más escasos. Fuentes afirman que confunde y olvida nombres, así como algunos episodios de su vida. Las lagunas son cada vez mayores. De hecho, se dice que la casa real había intervenido sus llamadas por miedo a lo que pueda decir en alguno de estos descuidos.

Juan Carlos I y la infanta Cristina
Juan Carlos I y la infanta Cristina

La infanta Cristina advierte a sus cuatro hijos

La infanta Cristina ha sido la encargada de reunir a sus hijos Juan, Pablo, Miguel e Irene para prepararles emocionalmente. Les ha explicado que su abuelo ya no es el de antes y que es probable que, en una próxima visita, los confunda o no recuerde ciertas conversaciones.

Dentro del círculo más íntimo, hay una aceptación silenciosa del desenlace. Se ha instalado la idea de que no queda mucho tiempo. Y empieza a preocupar seriamente que le pudiera pasar algo definitivo fuera de España. Sería un escándalo muy sonado que el emérito falleciera fuera de su país tras haber sido exiliado bajo el visto bueno su propio hijo.