Pese a que con el paso del tiempo la infanta Cristina ha ido suavizando el relato en torno a su divorcio, la distancia con Iñaki Urdangarin se mantiene firme en lo privado y especialmente en lo social. Aunque el tono público de sus encuentros ha ganado en cordialidad, la realidad es que la infanta continúa moviendo hilos para que su exmarido quede al margen de determinados espacios y círculos a los que en su día accedía con absoluta normalidad.

En particular, la estrategia se ha hecho evidente en Barcelona, ciudad que durante años fue uno de los epicentros de la vida familiar del matrimonio. Allí, Urdangarin contaba con acceso privilegiado a clubes deportivos, entornos exclusivos y propiedades vinculadas a la Casa Real. Sin embargo, en los últimos meses, esos accesos se han cerrado de forma sistemática. La infanta ha activado una reorganización que ha dejado fuera tanto a su exmarido como a Ainhoa Armentia, con quien mantiene una relación estable desde hace tiempo.

Iñaki Urdangarin
Iñaki Urdangarin

Esta reconfiguración no responde solo a una cuestión legal o patrimonial, sino que forma parte de una voluntad clara por controlar el entorno inmediato de la familia. La exclusión de Urdangarin de espacios sociales clave, algunos de los cuales frecuentaba casi a diario en el pasado, refleja la intención de cortar vínculos que todavía pudieran alimentar la idea de una convivencia pública o compartida, más allá de la estricta relación con sus hijos.

La infanta Cristina acaba con ciertos privilegios de su ya ex marido

Lo destacable en este caso es que, aunque no existen gestos abiertamente hostiles, las decisiones han sido firmes y sostenidas. Desde la gestión de propiedades hasta la intervención en listas privadas o entornos institucionales, Cristina ha marcado límites que impiden a Iñaki recuperar ciertos privilegios del pasado. La discreción con la que se ha llevado a cabo esta maniobra no oculta su propósito: salvaguardar una nueva etapa personal sin interferencias del pasado reciente.

Por otro lado, este proceso también afecta indirectamente a Ainhoa Armentia, que ha visto reducida su visibilidad en los círculos donde antes Urdangarin era figura conocida. En ese contexto, la pareja ha perdido capacidad de influencia en espacios que en su momento fueron sinónimo de estabilidad y reconocimiento. Se trata de una pérdida simbólica, pero también práctica: el cerco social limita su participación en eventos y reduce su margen de normalización pública.

Con todo, la infanta Cristina ha optado por una vía silenciosa pero eficaz para desdibujar la presencia de su exmarido en el entorno que ambos compartieron durante décadas. Ha trazado una separación definitiva no solo en lo afectivo, sino en lo institucional y social. Y aunque mantiene los mínimos necesarios en lo familiar, el mensaje es claro: el acceso a su entorno ha dejado de ser un privilegio compartido.