Desde fuera, todo parece en calma. La infanta Cristina reaparece en eventos públicos con una sonrisa forzada, looks cuidados y una actitud aparentemente renovada. Sin embargo, quienes la conocen aseguran que vive una profunda crisis emocional que mantiene en vilo a su entorno más cercano. Aunque se empeña en demostrar que ha pasado página tras su tormentoso divorcio de Iñaki Urdangarin, la realidad es otra: sigue obsesionada con su exmarido… y con Ainhoa Armentia, la mujer que lo acompaña desde hace ya tres años.
La herida no ha sanado. Cristina, a pesar de haber firmado el divorcio en enero de 2024, no ha logrado desligarse emocionalmente de quien fue su gran amor. Tanto es así que ha llegado al extremo de recuperar el piso donde comenzó su historia con Iñaki, como si se aferrara a un tiempo que ya no volverá. En su afán por aparentar entereza, ha contratado un equipo de estilistas para renovar su imagen pública, pero el dolor sigue latente tras las cámaras, en los silencios incómodos y en las decisiones que hoy fracturan a su familia.

Crisis interna y control materno: el muro invisible entre Cristina y sus hijos
Según fuentes cercanas, Cristina impone restricciones férreas a sus hijos cuando se trata de la nueva vida de su padre. Les ha prohibido tener contacto con la pareja formada por Iñaki y Ainhoa, lo que ha generado tensiones crecientes entre madre e hijos. El mayor, Juan Valentín, habría expresado su incomodidad ante esta imposición, y el resto de los hermanos tampoco oculta su deseo de mantener una relación natural con su padre, lejos del drama que su madre insiste en prolongar. Sin embargo, se han visto en la obligación de apoyarla para no aumentar su sufrimiento.
Para la infanta, la mera idea de que sus hijos acepten a Ainhoa Armentia como parte de su vida es insoportable. Controla las visitas, marca los tiempos, y condiciona incluso los viajes familiares. La Casa Real está preocupada de que esta situación esté afectando el bienestar emocional de los nietos del emérito. Según allegados, ella no ha superado la ruptura, y esa incapacidad la está llevando a cometer errores graves como madre.

El precio del silencio y las amenazas veladas: Iñaki, el gran beneficiado
La historia no termina ahí. Aunque Urdangarin ha sido señalado como el gran villano de esta historia, lo cierto es que el exduque supo negociar su salida con inteligencia. Su silencio sobre asuntos incómodos de la Casa Real ha tenido un alto valor. Algunos afirman que Juan Carlos I le ofreció apoyo económico a cambio de mantener la boca cerrada. A día de hoy, Iñaki disfruta de una vida desahogada en Vitoria, acompañado por Ainhoa y sin preocupaciones financieras aparentes.
Cristina, por el contrario, se ha quedado con el corazón roto, una imagen pública difícil de reconstruir y un entorno familiar que se desmorona lentamente. Aun así, se resiste a mostrar debilidad en público. Según personas cercanas a su entorno, la infanta ha intentado buscar ayuda en terapeutas familiares, pero las sesiones no han logrado aliviar las tensiones ni restablecer la armonía. En cada encuentro familiar se respira una atmósfera tensa, y aunque la posibilidad de una reconciliación parece muy remota, ella todavía no abandona la esperanza de que, en algún momento, puedan reconstruir su relación.