En la realeza, no todo lo que brilla es oro… ni todo lo que luce es heredado. Máxima de Holanda, conocida por sus vibrantes atuendos, sus tocados extravagantes y ese inconfundible gusto por el exceso controlado, ha sido durante años un auténtico ícono fashion en la escena real europea. Sin embargo, sus propias hijas —Amalia, Alexia y Ariane— parecen haber iniciado una sutil pero contundente rebelión estilística, marcando distancia del exuberante legado materno en una búsqueda por forjar su propia identidad.
El fenómeno no ha pasado desapercibido para los expertos en casas reales. Durante años, las tres jóvenes herederas compartieron prendas y accesorios del vestidor de su madre, la reina Máxima. Sin embargo, algo ha cambiado: hoy parecen buscar con ahínco una identidad visual propia, un estilo que las distancie del aura dominante de su progenitora.
La influencia decreciente de Máxima y el empoderamiento de las princesas
La reconocida periodista especializada en casas reales, Josine Droogendijk, lanzó una afirmación que ha hecho eco en los pasillos de la prensa del corazón: “La influencia de Máxima ha disminuido". Lejos de ser una simple apreciación, sus palabras resuenan como un diagnóstico certero de una transformación profunda: las princesas están tomando las riendas de su imagen pública... incluso si eso implica desafiar el legado de su madre.
Quien ha dado el giro más evidente es la princesa Amalia, heredera al trono de los Países Bajos. Durante años fue blanco de críticas por su aspecto, pero hoy sorprende con elecciones cada vez más arriesgadas y sofisticadas. Según Droogendijk, la princesa "parece más segura de sí misma. Donde antes se escondía bajo vestidos holgados, ahora lleva prendas ajustadas que le sientan de maravilla". Y no es casualidad: desde que contrató a su propio estilista, se nota el intento de cortar el cordón umbilical con el vestuario de Máxima. El mensaje es claro: no quiere ser un clon de la reina, sino una monarca moderna, con voz (y armario) propios.

Alexia y Ariane: rebeldía controlada y discreción intencionada
Más directa en su desafío es Alexia, la segunda hija de los reyes, considerada por la prensa como una de las royal más fashionistas de Europa. En lugar de seguir el patrón excéntrico de su madre, ha decidido apostar por un look más de street style, más juvenil y cercano a la estética de una influencer que a la de una princesa. Durante el Día del Rey, sorprendió con una chaqueta de cuero y un top de hombros descubiertos, una combinación que pareció gritar: “¡No soy mi madre!”. Aunque algunos criticaron su falda “desaliñada”, lo cierto es que Alexia quiere romper con lo establecido, pero sin descuidar del todo el protocolo.

En la sombra de sus mediáticas hermanas, Ariane, la menor de las tres, parece alejarse tanto de la influencia de su madre como del foco mediático en general. Su estilo, si se le puede llamar así, es más un camuflaje que una declaración. En las últimas fotos navideñas, vestida de rosa chillón, logró lo impensable: pasar desapercibida incluso vistiendo un color vibrante. La especialista Droogendijk lo resume con ironía: “Es la princesa del fondo”. Pero no por falta de estilo, sino por voluntad. Ariane no quiere competir, ni seguir, ni rebelarse. Quiere desaparecer del foco mediático. Y en esa decisión también hay un rechazo sutil a la teatralidad estética de su madre. Así, las hijas de Máxima de Holanda están enviando un mensaje claro: quieren escribir su propia historia… empezando por sus looks.