Felipe, hace unos años, especialmente cuando era joven, le llamaban "el preparao", en teoría, porque tenía formación universitaria y porque parecía tener más maneras que su antecesor, el rey Juan Carlos. Pues ahora ha demostrado que iba poco preparado a una entrega de premios. Un premio muy especial, sobre todo, para una persona, una eminencia de las letras castellanas, Luis Mateo Díez.

En su honor se hizo el tradicional almuerzo con motivo de la ceremonia de entrega del Premio de Literatura en Lengua Castellana "Miguel de Cervantes", en la Universidad de Alcalá, y donde ante las correspondientes autoridades e invitados, dirigió unas palabras al personal, como por ejemplo, que "La entrega del Premio Cervantes nos congrega una vez más para celebrar la fiesta de nuestra lengua. Ayer, en Alcalá, disfrutamos de la ceremonia que representa la afirmación colectiva de nuestras letras en el mundo hispanohablante. Y hoy abrimos las puertas del Palacio Real para rendir homenaje a la figura de Luis Mateo Díez"... El nombre del homenajeado lo ha dicho correctamente. El del célebre escritor que da nombre al premio, también. Como también ha dicho bien el nombre de la localidad donde estuvo el día anterior... Pero a la hora de rendir homenaje y alabar las virtudes de Díez ha metido la pata.

El escritor, de 81 años, nació en el pueblo de Villablino, VILLABLINO, con la 'b' entre la 'a' y la 'l' y no la 'l' entre la 'a' y la 'b'. Pero el Borbón la ha pifiado y ha cometido un lapsus, y no es la primera vez que le pasa. ¿Cómo le ha llamado?: "Villalbino". Una confusión con las letras del municipio, al decir "Nacido en el año 1942, como ya han escuchado, en Villalbino, un pueblo minero del valle de Laciana, de la provincia de León". No, Felipe. No. Nacido, como ya han escuchado, en Villalbino, no. Porque lo que habíamos escuchado antes era Villablino. La red se ha dado cuenta, of course.

Para más inri, Felipe, en su discurso durante el festín, ha brindado "por el futuro de nuestra lengua, por Luis Mateo Díez y la continuidad de los ideales cervantinos"... Pues el futuro de la lengua va apañado si depende de Felipe, que va equivocándose y haciendo cambios que no tocan cuando solo tenía que recordar un solo nombre.