Carlos III y su cáncer han revolucionado el panorama royal inglés. El monarca de 75 años ha vuelto este martes a Londres para continuar con el tratamiento establecido para combatir una enfermedad que sigue sin concretarse oficialmente. El secretismo impera en Buckingham Palace. Cuando menos en este sentido: en otras cuestiones se sabe incluso que cenaron anoche y qué tal fueron al lavabo. La prensa inglesa tiene oídos en todas partes, también gargantas profundas interesadas que destripan cualquier intimidad de la Royal Family.

Es el caso de que publica el diario The Telegraph, a través de la periodista Petronella Wyatt, amiga íntima de la reina Camila. Una confesión que destroza a Enrique de Sussex, el hijo díscolo del monarca y pareja de Meghan Markle. La noticia del cáncer hizo que volviera a toda prisa a Londres para visitar a su padre en Clarence House. El viaje estaba totalmente justificado y podía hacer pensar en un acercamiento entre las facciones enfrentadas, pero la realidad es mucho más agria. Del amor al odio hay un paso, y este tiene nombre de mujer: la mencionada Camila. Enrique la detesta. Y no es la primera vez que lo manifiesta públicamente.

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Camila, Carlos III y Enrique de Sussex / GTRES

La enemistad quedó negro sobre blanco en el polémico libro de memorias del hijo menor de Diana de Gales: la acusó de filtrar historias íntimas de la Familia Real para beneficiarse, de dejar muertos por el camino, la tildó de peligrosa y villana y de responsable de su linchamiento mediático. No serían amigos, no. Y durante el catártico reencuentro con el padre enfermo la tensión se hizo insoportable. La reunión duraba solo 30 minutos, un absurdo después de 10 horas de vuelo desde California... y 10 más de vuelta. ¿El motivo? No querer ni respirar el mismo oxígeno que Camila.

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Enrique a la llegada de la reunión con su padre enfermo / GTRES

La periodista en cuestión afirma que Enrique salía de la habitación para no tener que compartir más tiempo cerca de la reina consorte. El mismo artículo añade que a Carlos III ya le fue bien la espantada, porque los médicos desaconsejaban el encuentro. No querían que "la presión sanguínea subiera demasiado. Necesita calma. Y después del beso y abrazo iniciales, del 'te quiero papá, espero que te recuperes pronto', ¿de qué hablarían? De cosas que harían dispararse la tensión". Por ejemplo, la propia Camila, de cuerpo presente. Carlos no se tomó nada bien los ataques a su mujer en el pasado, es un tema espinoso. Las espinas pinchan y chorrean sangre oscura y viscosa. Y no está la cosa para más batallas. De momento, no.