Carolina de Mónaco, a sus 67 años, sigue siendo una de las figuras más elegantes e influyentes del panorama internacional. Conocida por su estilo y sofisticación, la princesa ha optado por mantener un perfil bajo en sus recientes vacaciones, disfrutando de la privacidad que le ofrece su yate, el Pacha III. Este icónico barco no solo es un símbolo de lujo, sino también un refugio personal que le permite escapar de las miradas indiscretas.

El Pacha III es mucho más que un simple yate; es una pieza de historia y un símbolo de la opulencia monegasca. Construido en 1936 por el astillero británico Camper & Nicholson, este yate de 36 metros de eslora fue originalmente encargado por Walter Crooke, un veterano del ejército británico. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Marina Real británica se apropió del barco, pero décadas después, en 1989, llegó a manos de Carolina como un regalo de su difunto esposo, Stefano Casiraghi.

El nombre del yate, Pacha III, es un acrónimo de los nombres de los tres hijos de Carolina y Stefano: Pierre, Andrea y Charlotte. Desde su adquisición, Carolina ha invertido considerablemente en su restauración, manteniendo su diseño vintage de los años 30 mientras incorpora comodidades modernas. Se estima que la princesa ha gastado alrededor de tres millones de euros en mejoras, incluyendo calefacción, aire acondicionado y sistemas de agua caliente, elevando el valor de este ‘hotel flotante’ a 21 millones de euros.

Un refugio de privacidad y lujo

El interior del Pacha III es un testimonio del buen gusto y la atención al detalle de Carolina. El yate cuenta con un comedor formal, cuatro camarotes, una cocina, una suite principal y dos salones, uno de los cuales está decorado con una alfombra de rayas Bayadera. Además, dispone de cabinas para la tripulación y varios camarotes adicionales, asegurando que tanto la familia como el personal puedan disfrutar de la máxima comodidad durante sus travesías.

La decoración del Pacha III mantiene el estilo característico de los años 30, con elementos en roble y caoba, techos panelados y lámparas de estilo marino. No obstante, Carolina ha incorporado su sello personal al contratar a Jacques Grange, un reconocido interiorista de la alta sociedad francesa. El espacio cuenta con moquetas a rayas, muebles de diseño de Keith Haring, nudos marineros y butacas de estilo art déco. Se accede al barco a través de una amplia puerta de batiente, que lleva a un gran salón flanqueado por ocho ventanales. Este equilibrio entre lo clásico y lo moderno hace del Pacha III un lugar verdaderamente único y acogedor.

Vacaciones discretas en el Mediterráneo

A pesar de su fama y su estatus, Carolina de Mónaco ha optado por un estilo de vida más discreto en los últimos años. Durante el verano, se la ha visto en lugares como Lecce, en la comarca del Salento, famosa por sus hermosos pueblos costeros. Allí, asistió a una presentación del Ballet de Montecarlo, marcando el inicio de sus vacaciones a bordo del Pacha III. Otro destino frecuente para la princesa es la isla de Cavallo, situada entre Córcega y Cerdeña. Esta isla, propiedad de la familia Grimaldi, ofrece un refugio seguro y privado, protegido por gendarmes franceses y alejado de las miradas curiosas. Este lugar es perfecto para que Carolina y su familia disfruten de la tranquilidad y la belleza natural sin interrupciones.