En un momento en que el Reino Unido se enfrenta a una de las crisis económicas más severas de los últimos años, la reina Camilla ha decidido romper con la imagen de moderación que la Corona intenta proyectar. Mientras el rey Carlos III se mantiene fiel a sus veranos sobrios en Escocia, su esposa ha decidido poner rumbo al Mediterráneo para disfrutar, en solitario, de una lujosa jornada de descanso a bordo de un yate en las cristalinas aguas de las islas griegas.

Pero no se trata de un simple barco: la embarcación, conocida como Zenobia, está valorada en más de 34 millones de euros y pertenece al multimillonario sirio-saudí Wafic Said, un personaje con conexiones políticas que no pasan inadvertidas para la opinión pública. Las fotografías muestran a la reina relajada y sonriente, muy lejos de la tensión y la prudencia que dicta el protocolo real.

Escapada de lujo en el Mediterráneo que rompe el discurso de austeridad

Ahora bien, el momento elegido para este viaje no podría ser más polémico. Mientras las familias británicas luchan por llegar a fin de mes, Camilla ha optado por un descanso a todo lujo, lo que ha despertado críticas y especulaciones sobre su sensibilidad hacia la situación del país. La estancia, aunque presumiblemente fruto de una invitación, acarrea altos costos de seguridad que recaen en el presupuesto público, un detalle que en tiempos de recortes no pasa desapercibido.

Por si fuera poco, el yate Zenobia no solo destaca por su ostentación, sino también por la polémica que arrastra su propietario. Wafic Said, con una fortuna estimada en 1.900 millones de libras, mantiene antiguos vínculos con el Partido Conservador británico y fue cercano a figuras tan controvertidas como Margaret Thatcher. Aunque desde hace más de dos décadas la ley prohíbe donaciones políticas de no residentes en Reino Unido, su esposa sigue siendo una generosa contribuyente a la causa conservadora.

Que la reina consorte acepte la hospitalidad de Said en pleno debate sobre la neutralidad política de la monarquía británica no ha pasado desapercibido. Los protocolos reales son claros: la familia real debe mantenerse al margen de cualquier influencia partidista, y aunque no se ha roto ninguna regla formal, el simbolismo del viaje en este momento es lo que más está indignando a la opinión pública.

Un gesto que choca con la imagen pública del rey Carlos III

Mientras su esposa navegaba bajo el sol griego, el rey Carlos III se dejaba ver en Escocia, cumpliendo con su agenda oficial y enviando mensajes claros de recorte de gastos en la monarquía. El monarca ha insistido en reducir el coste de la institución, especialmente en tiempos donde las facturas energéticas y la inflación aprietan el bolsillo de millones de británicos. Sin embargo, las imágenes de Camilla navegando en uno de los yates más caros del mundo parecen dinamitar esa narrativa en cuestión de segundos. Para muchos, no se trata de un simple descanso, sino de una contradicción flagrante respecto a la postura oficial del palacio. Si bien no hay infracciones legales en su escapada, la percepción de desconexión con la realidad social podría convertirse en un nuevo dolor de cabeza para la monarquía británica, que aún intenta adaptarse a la era post-Isabel II.