Este jueves alguien muy próximo a Letizia soplará encima de un pastel de cumpleaños. Pero a la reina lo que le molesta no es el humo de las velas, sino el que sale de otra parte. Menchu Álvarez del Valle, abuela de Letizia, cumple 92 años. La célebre periodista llega a esta cifra como se merece alguien de tan avanzada edad: haciendo lo que le sale del moño. Si a los 92 años no puedes hacer lo que te apetezca, apaga y vámonos. Y la nonagenaria lo tiene claro: no piensa abandonar uno de los vicios que más le gustan. Eso sí, se tiene que esconder de exponerlo públicamente como si fuera una adolescente con acné.

leticia y menchu

Efe

El diario La Razón la entrevista con motivo de la celebración de su día. Una conversación telefónica. Y la periodista detecta una tos cuando la yaya se pone al teléfono: "Menchu, ¡sigues fumando!". La respuesta de Álvarez es muy ilustrativa: "Sí, porque me gusta y a estas alturas pues qué quieres que te diga. Me gusta y fumo. Lo he intentado dejar porque mi hijo me regaña. Fíjate dónde llego a veces, que si está mi hijo, fumo a escondidas, que es el colmo”. Como tantas cosas que hace la monarquía a escondidas. Por no hablar que cuando se encuentra ante su nieta, pobre de ella si se enciende un cigarrillo delante suyo. "Letizia ha sido, de un tiempo a esta parte, abanderada de una lucha anti tabaco. Lo considera una enfermedad y una amenaza social y médica. Nunca se le ha visito fumar y no tolera que se fume en su presencia", escribía Peñafiel. Y eso que de joven hizo de azafata en México para una tabaquera, vendiendo cigarrillos.

Menchu tiene una cifra límite que a menudo se salta a la torera: "un tope de ocho cigarrillos diarios, que unas veces cumplo y otras no, según me encuentre". La abuela de la reina ya lo tiene todo a punto por celebrar su efeméride, y no habla sólo de utilizar el mechero para encenderse un cigarrillo: “Encargaré por teléfono mi tarta de chocolate en la panadería. Sabes que soy golosa. Soplaré solo 11 velas, que son la suma de los años que cumplo, 92”. Sólo lamenta que a menudo está muy sola y habla poco con su gente: "Por falta de uso, pierdo agilidad con las palabras y tengo que buscar algunas porque las olvido. Hay días en los que apenas hablo, tan solo con mi hijo, que me llama a diario. Quizá esa falta de conversación hace que se me pierdan las palabras”. 

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Seguro que tanto si la llaman como si no, se auto-regalará una cosa: un cigarrillo mirando el paisaje desde su casa de Asturias.