En momentos excepcionales, decisiones excepcionales. La ya famosa dicha se ha repetido en incontables ocasiones y en un montón de circunstancias variadas. Ahora, la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha hecho aplicar este principio. Un ejemplo claro es la decisión de la históricamente neutral Suiza, que ha anunciado que se suma a las sanciones de los Estados Unidos y la Unión Europea, por lo que congelará los activos de Vladímir Putin y otros miembros de su equipo. Pero no para ser menos sonadas dejan algunas decisiones de ser absolutamente excepcionales y atrevidas. Es el caso de Ostap y Mykola, dos jóvenes de 31 y 29 años respectivamente y venidos de Ucrania, que han tomado una determinación: iniciar una huelga de hambre con el fin de mostrar su rechazo frontal a la guerra y reclamar la defensa de su país.

Los dos se han instalado, junto con algunos otros ucranianos, en el centro de la plaça Catalunya, en Barcelona. Están desde el viernes: cuando arrancó la agresión militar rusa, un grupo de personas acudió a la plaza a manifestarse; una vez acabada, decidieron quedarse, rodeándose de decenas de carteles colocados en el suelo que informan sobre sus reivindicaciones a la oleada de curiosos que se acercan al lugar. La huelga de hambre empezó al día siguiente. "Había otra persona que nos había comentado que podría ser una buena idea. A mí y a Myko nos pareció muy bien, aunque no nos conocíamos antes", explica Ostap. Desde entonces no han comido nada, pero aseguran que, de momento, no tienen pensado terminar. Estamos bien, lo controlamos, tenemos un médico que vendrá y nos revisará. Cansa, duele, pero de momento la motivación lo supera todo".

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Los carteles ante la acampada en la plaça Catalunya / Foto: Sergi Alcàzar

Las demandas: UE y OTAN

Y es que la causa por la cual luchan no es menor. Tienen muchas demandas, aunque reconocen que es imposible cumplirlas todas. "Uno de nuestros objetivos es conseguir todo el apoyo posible militarmente, económicamente y humanitariamente para Ucrania. Nos encantaría que España enviara armamento militar y rompiera relaciones diplomáticas con Rusia", afirman. En esta misma línea, hacen oír su principal reclamo: que Ucrania entre a la Unión Europea y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. "Sin eso no estaremos nunca seguros, y no nos podremos desarrollar como un país normal, porque ningún inversor quiere entrar en Ucrania si siempre tienes la posibilidad de una guerra o un conflicto", dice Mykola. "Si Ucrania entra en la OTAN, dejo la huelga de hambre, pero sabemos que eso no pasará. Así que intentaremos aguantar, y si se cumplen algunos objetivos más me plantearé dejarlo", afirma Ostap.

Más allá, la defensa de la causa ucraniana también se hace obligada por motivos ideológicos, consideran los dos jóvenes. "Hemos mostrado que estamos luchando por los valores democráticos y el mundo libre. Solo por eso nos merecemos la participación en la Unión Europea y la OTAN", reivindican. De hecho, en este sentido, la invasión rusa ha tenido el resultado contrario de lo que habría deseado Putin, porque ha acabado "uniendo muchísimo a la sociedad" a favor del acercamiento hacia Occidente y el enfriamiento de las relaciones con los rusos. "Con toda la valentía y dignidad que hemos mostrado, todo el mundo ya cree en la causa", opina Mykola.

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Mykola se abraza con una simpatizante que le ofrece su apoyo / Foto: Sergi Alcàzar

El coste del hambre

Los dos han estado viviendo en la plaza desde el sábado. Han tenido la suerte de que las empresas donde trabajan se han mostrado solidarias con la causa y les han permitido cogerse unos días de baja con el fin de poder impulsar su protesta. También duermen en las tiendas de campaña que instalan cada noche, aunque la ordenanza les obliga a desmontarlas a las seis de la mañana y las condiciones solo les permiten dormir dos o tres horas. Pero persisten. "Me siento a gusto ahora mismo, estamos consiguiendo cosas", dice Ostap. Mykola piensa igual: "Si estoy en casa, tengo el dolor del cuerpo. Estamos sufriendo menos aquí, haciendo la huelga, que si estuviéramos en casa". Su situación no ha dejado indiferente a su familia, que vive en el país en guerra. "Mi padre me da bastante apoyo. En cambio, mi madre sí que está más preocupada, pero le digo que tengo que estar yo más preocupado por ella, que ella por mí", detalla Ostap.

A miles de kilómetros del epicentro del conflicto, cualquiera se pensaría que no puede aportar nada. Pero los dos jóvenes no lo ven así. "Si me fuese allí, entre lo que tardaría y después tendría que buscarme un arma, de poca utilidad sería. Estando aquí, creo que es la ayuda mayor que puedo hacer, la difusión mayor que puedo dar, hablando de nuestras exigencias y explicando qué está pasando allí", dice Ostap. Es, al mismo tiempo, una manera de conseguir una especie de paz interna. "Me ayuda a estar tranquilo conmigo mismo". Mykola está en completa consonancia: "En tu corazón notas que te corresponde, que es aquello que tienes que hacer".

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Algunos de los carteles que reivindican a Ucrania y critican Vladímir Putin / Foto: Sergi Alcàzar