"Plena normalización de la situación política en Catalunya", proclamaba el portavoz Íñigo Méndez de Vigo este viernes tras el Consejo de Ministros. Sus palabras dejaban en un segundo plano la plena vigencia del artículo 155, la prisión cautelar para Oriol Junqueras, Joaquim Forn, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, la estancia en Bruselas de parte del Govern en funciones o la derrota de Mariano Rajoy en las elecciones del 21-D. Era la primera comparecencia del año y el Ejecutivo luchaba por exhibir "normalidad" con los objetivos de 2018: pactos estatales, creación de empleo... Pero pronto reparecía el principal escollo para pasar página en el conflicto irresuelto: Carles Puigdemont.

"La presidencia de la Generalitat tendría que estar en manos de alguien sin procesos judiciales. Puigdemont es un huido de la justicia, y Catalunya tiene que empezar a preocuparse de los problemas de los catalanes y no de los suyos personales", afirmaba el ministro. La acusación sobre el personalismo del president llegaba en medio de un clima de opinión en la Moncloa sobre que ERC y el PDeCAT serían reacios a una investidura telemática que prolongara el pulso con el Estado. "Carles Mundó ha dejado la política, Carme Forcadell no quiere ser presidenta, Neus Lloveras deja la Associació de Municipis, Jordi Sànchez reconoce que el referéndum del 1-O fue ilegal", –o la marcha de Artur Mas– era la insinuación de De Vigo.

La cuestión es que la voluntad de Puigdemont de ser investido a distancia haría saltar por los aires la estrategia de la Moncloa para superar el conflicto soberanista –una vez constatado que el Ejecutivo no piensa hacer ninguna oferta al soberanismo, que se diferencie del diálogo con el resto de comunidades. Como avanzó El Nacional, según fuentes próximas al presidente, la sesión telemática iría acompañada de la presentación de un recurso ante el Tribunal Constitucional, que suspendería de forma automática la investidura, a la espera de resolución. Todo ello alargaría el 155, en un momento en que conflicto catalán empieza a perjudicar seriamente al Partido Popular.

La investidura telemática de Puigdemont mantendría el 155, pero dinamitaría la estrategia de Rajoy de pasar página del procés –causa del declive del PP

El primer ejemplo se evidenció en las elecciones del 21-D, en que Ciutadans empujó al PP a la insignificancia política en el Parlament –dinamitando la estrategia de Rajoy de debilitar al independentismo e impugnar el procés. Y es precisamente el miedo al efecto catalán lo que guía ahora los pasos del presidente. Para ello necesita pasar página de lo sucedido, y centrarse la guerra sin cuartel contra Albert Rivera, con la mirada puesta en las elecciones autonómicas (2019) y generales (2020). De Vigo evitaba reconocer el declive en las encuestas, si bien. "Son fotos fijas influidas por las circunstancias; en 2015 o 2016 nadie nos daba la mayoría para gobernar", se excusaba.

Así las cosas, el buque insignia de Rajoy –la economía– también corre peligro de embarrancar si no se forma gobierno en Catalunya. En primer lugar, el PNV se niega a pactar los presupuestos del 2018, hasta que no se levante el 155. Fuentes próximas a Rajoy reconocen que los nacionalistas vascos, así como Cs, son necesarios para que cuadren los números en la votación. En segundo lugar, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se niega a pactar una nueva financiación autonómica hasta que no haya presidente catalán –incitando el malestar del resto de autonomías, tanto del PP como del PSOE.

Y mientras Puigdemont siga en Bruselas, tampoco parece que vaya a prosperar la oferta política de reformar la Constitución para aplacar los ánimos soberanistas. Así lo desaconsejaban los padres de la Carta Magna Miguel Herrero de MiñónPedro José Pérez Llorca y Miquel Roca i Junyent en una comparecencia ante el Congreso esta semana. Un veredicto que no gustó entre las filas del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. "Hoy se ha pronunciado la derecha española", decía un histórico dirigente del partido socialista. Y es que la reforma constitucional fue la promesa de Rajoy a Sánchez a cambio de su apoyo a la aplicación en Catalunya de un artículo 155, que el tiempo empieza a mostrar como un lastre corrosivo para el PP.