Si alguien hubiera querido hacer una parodia de la portada de El Mundo habría hecho la misma de hoy. No se podía saber que el culebrón sobre el contrato de Leo Messi tendría un episodio donde acabara implicada la identidad catalana del Barça —y espérate, que si se ponen ya encontrarán la manera de implicar al Govern, Òmnium, Montserrat o CaixaBank. Las fobias no tienen límites. Pero se notan. No hace mucho, la misma portada contradecía el título en el subtítulo. Hoy, otra vez. El título dice que el contrato "imponía" a Messi aprender la lengua catalana e, inmediatamente debajo, explica que "una cláusula le instaba a hacer todos los esfuerzos por integrarse en la sociedad catalana". Que de esta cláusula no se deduce aquel título es obvio para quien disponga de una mínima comprensión lectora.

Esta sugerencia del contrato pinta que es una cláusula ceremonial y de rutina en cualquier acuerdo entre el Barça y los jugadores no catalanes, seguramente porque el club es muy consciente de su identidad institucional, más que un club, etcétera. No lo sabemos a ciencia cierta porque el diario no lo explica. Da igual. En cualquier caso, sorprende que, con la que está cayendo, al diario le parezca tan importante como para abrir la portada en ese tono escandalizado. No por nada, sino porque Messi firmó libremente el contrato, un acuerdo entre privados donde se incluye la tal cláusula, que no es ilegal. Presentarla como una imposición, como hace El Mundo, es una burrada: tú solito/a te das cuenta de que es imposible obligar su cumplimiento y de que probablemente invalidaría el contrato. El Barça ha cometido torpezas, pero no empastres legales de este nivel. En fin, al torcer las cosas de esta manera el diario pone difícil no ver en ello su mala fe. Una explicación alternativa: quizá quienes deciden la portada no dan para más y piensan que todo el mundo es tan tramposo como ellos.

Del resto de portadas vale la pena comentar algunas noticias pequeñas. Casi todos los diarios ponen en primera el golpe de estado en Myanmar (antes Birmania). Un golpe de verdad, real, no "posmoderno", "kelseniano" o "2.0". Vale la pena señalarlo pues últimamente parece que a los diarios les falla la percepción respecto a golpes de estado. El Mundo escribe el mejor titular: el jefe del golpe es el general que dirigió el genocidio de los rohingyas, una etnia que profesa la religión musulmana. El País llora la suerte la presidenta depuesta, Aung San Suu Kyi, recuerda que es premio Nobel de la Paz —y olvida que siempre ha negado la participación del ejército en el genocidio. La Vanguardia explica que los militares frenan "diez años de transición democrática". ¿Diez años? Igual no era una transición ¿no?

Ara vende al por menor el siguiente titular: "El nuevo AVE sitúa a Elche más cerca de Madrid que de Valencia". Es otra prueba más de cómo funciona España. No por nada, sólo que Elche, por carretera, está a 173 kilómetros de Valencia y a 420 de Madrid. ¿Es probable que sea parte del Corredor Mediterráneo? En fin. Si se lo explicaras a un marciano tampoco lo entendería. El Periódico nos avisa, también en pequeño, de que el pulso entre ERC y el PSC se decidirá en el área metropolitana de Barcelona. Válgame Dios, qué raro que las elecciones se resuelvan en la zona más poblada del país.

ME

EP

ABC

LR

LV

EPC

EPA

AHORA