Lo más determinante que dijo Carles Puigdemont el domingo en la entrevista con Vicent Sanchis fue que no está dispuesto a renunciar a su investidura como president y que de ninguna manera ni él ni el conseller Comín renunciarán a su escaño en el Parlament. Es un dato trascendental que abre la puerta a nuevas elecciones en julio como el escenario aritméticamente más probable e incluso más fascinante. "Bendito sea el caos, que es síntoma de libertad," decía Enrique Tierno Galván, siendo alcalde de Madrid, y cuando lo decía a veces tenía razón.

Aritméticamente las elecciones son un escenario probable porque el Gobierno y los tribunales españoles impedirán de todas todas la investidura de Puigdemont como president de la Generalitat y para elegir a un candidato alternativo sería necesario el apoyo de la CUP, que no parece dispuesta a hacerlo y que contempla el escenario de nuevas elecciones con más optimismo que nadie.

Puigdemont dejó claro el domingo que "hay que respetar el mandato de la gente y tenemos que formar el Govern que queremos y no el que quiere el señor Llarena". Es decir, Puigdemont considera que hay que agotar todas las posibilidades de elegirle y si finalmente no puede ser presidente, que sea por el veto de las instituciones del Estado y no por una renuncia catalana.

Con esta idea, el Parlament trabaja aceleradamente en la reforma de la ley de la presidencia de la Generalitat y del Govern para legalizar la investidura telemática de Puigdemont. No hace falta decir que, una vez aprobada, inmediatamente el Gobierno la recurrirá y el Tribunal Constitucional la suspenderá. Hasta que no pase todo eso, Puigdemont no designará ninguna otra alternativa.

Una vez vetado, Puigdemont se planteará designar a otro candidato pero tendrá que ser un candidato y un programa que le guste a la CUP y que le guste mucho, porque no habrá mucho tiempo para negociar nada y ya vimos con la investidura de Jordi Turull como las gastan los anticapitalistas. O sea, tendría que ser con un programa de desobediencia que difícilmente podrían asumir ERC o el PDeCAT

Más problemas. Puigdemont puede utilizar el voto delegado y Comin lo solicitará, así que para elegir president en segunda votación sería necesaria la abstención de la CUP y, de momento, la CUP ha pasado a la oposición. Si vota no, se va todo a pique. Pero los grupos unionistas están buscando la manera de recurrir el voto delegado de los diputados exiliados. Si consiguen que no se acepte, entonces la investidura solo podría prosperar si dos diputados de la CUP votaran a favor del candidato, cosa que, por lo que han dicho hasta ahora, parece hoy por hoy imposible.

Ahora bien, de lo que no hay duda es que unas elecciones forzadas por el veto del Estado español a Carles Puigdemont provocarían un terremoto en el movimiento soberanista. Esquerra y PDeCAT sufrirían las consecuencias y se encontrarían con el dilema de tener que incorporarse -o no- al Movimiento 1 de Octubre, hay que apuntar este nombre, liderado, por descontado, por Carles Puigdemont y sea lo que Dios quiera. El procés volvería a empezar... ¡La mer, la mer, toujours recommencée!