Mucha de la gente que me rodea es activa en las redes sociales. De una cierta edad en adelante, son usuarios de Facebook y los más jóvenes son muy activos en Instagram. La mayoría no cuelgan textos, sino que cuelgan fotos idílicas o casi perfectas, sonriendo o participando en actividades extraordinarias para intentar transmitir, subliminal o explícitamente, que su vida es tan idílica, perfecta o emocionante como las imágenes muestran. Yo tengo que admitir que no sé hacerme selfies, porque no he practicado lo suficiente para encontrar el ángulo que me favorezca y me parece una pérdida de tiempo ir haciéndome fotos hasta encontrar la foto perfecta. Prefiero, simplemente, disfrutar del momento, sea de la belleza del paisaje o de la satisfacción personal. Eso no quiere decir que no viva "momentos Instagram" (como yo digo para que me entienda a la gente más joven), pero muchos de ellos son pequeños momentos. Una chimenea, una ventana en un valle nevado donde los últimos rayos de luz besan el verde profundo de los abetos, Mozart, una copa de vino, un cojín, el ordenador para escribir los pensamientos que fluyen solos, sin prisas. Mi pequeño trozo de cielo.

¿Sin embargo, qué nos da realmente la felicidad? Hay muchos investigadores en Sociología que investigan sobre los niveles de satisfacción personal desde un punto de vista social. ¿Es el dinero? Se dice que el dinero no compra la felicidad, aunque mucha gente busca obtener dinero porque una cosa es lo que se dice, y otra lo que se cree. ¿O es el tiempo? El tiempo y el dinero son similares en que son bienes escasos, y que valoramos mucho. El tiempo y el dinero también son semejantes en que lo podemos ahorrar, planificar, malgastar o dedicar, tanto para cubrir las necesidades primarias como para obtener en cosas que no son absolutamente necesarias pero que nos dan satisfacción personal. Aunque en Google las buscas mayoritarias son de términos relacionados con la economía y el dinero, hay un creciente número de datos científicos que nos indican que, una vez cubiertas las necesidades personales básicas, disponer de más tiempo nos da más satisfacción y sensación de bienestar que no disponer de más dinero.

Uno de estos artículos, publicado hace poco tiempo, estudia la respuesta de más de 6.000 personas de varios países, como Estados Unidos, Canadá, Holanda y Dinamarca, con muestras de todas las escalas económicas (desde trabajadores de una fábrica a millonarios), a preguntas que recogen si las personas "compramos" tiempo y pagamos a otros para que hagan el trabajo que no nos gusta hacer (por ejemplo, para hacer los trabajos de casa, ir a comprar en el supermercado o cortar la hierba del jardín). En una investigación de campo con un grupo más pequeño de gente, los investigadores reparten una cantidad pequeña de dinero durante dos semanas. La primera semana lo tienen que gastar en pagar a alguien para que hagan una tarea que no les gusta hacer (compran tiempo) y la segunda semana lo tienen que gastar en algo para ellos (usan el dinero para incrementar bienes materiales). La respuesta general quizás no nos tendría que sorprender, es que la gente sentía mucho más bienestar interior cuando había comprado tiempo en vez de objetos materiales. Y eso es así, porque cuando compramos tiempo, sentimos que controlamos mejor nuestro día, tenemos la sensación de menor presión y podemos dedicarnos a hacer aquello que nos gusta sin malgastar nuestro tiempo haciendo tareas que no nos llenan, incrementando la sensación de satisfacción y bienestar personal. Los investigadores comentan que son conscientes de que también hay un factor de género imbricado en cerca de la mitad de las respuestas, ya que muchas mujeres trabajadoras hacen casi una doble jornada, fuera y dentro de casa (aunque se hable de redistribución de tareas de intendencia doméstica, estamos lejos de la igualdad en muchas unidades familiares), y que el incremento en el acceso a la educación y a una carrera profesional en las mujeres no ha comportado un incremento en su percepción de satisfacción personal porque ha incrementado mucho la sensación de estrés y de falta de tiempo (y eso puedo dar fe porque es un tema recurrente en las cenas con mis amigas). De hecho, en este trabajo de investigadores de la Harvard Business School se propone que muchas empresas ofrezcan, como pago en especie en sus contratos de trabajo, cupones para servicios que ahorren tiempo, por ejemplo, pagando las tareas domésticas.

Otra cuestión es en qué gastamos el tiempo y el dinero, porque según los datos obtenidos también podemos obtener una sensación diferente. En general, nos da más satisfacción gastar el dinero en experiencias, más que objetos materiales. La sensación de bienestar es mayor si hacemos un viaje que deseamos hace mucho tiempo, que si nos compramos un coche mayor. La sensación que sentimos mientras planificamos una experiencia es de excitación, mientras que la sensación mientras esperamos comprar un objeto material es más próximo a la impaciencia que al estímulo. ¿Qué tipo de experiencias? Pues aquí difieren las opiniones y sensaciones de la gente, según la edad. Cuanto más joven, se desea más vivir experiencias diferentes y extraordinarias, mientras que la gente mayor valora mucho más las vivencias diarias, podríamos decir más comunes, de momentos pequeños, como hacer un pastel con los nietos. También la gente joven valora mucho el sentimiento de exaltación y excitación, pero a medida que maduramos, valoramos la paz y la calma interior. Por otra parte, si hablamos de gastar dinero, nos hace más felices gastarlos en otras personas, sobre todo cuando están dentro de nuestro grupo social (como la gente que queremos), o cuando van dirigadas a acciones concretas de ayuda social, más que si nos lo gastamos en nosotros mismos. Nos da mucha más sensación de felicidad regalar y pensar en la cara de los que lo recibirán, que comprar para nosotros, y este sentimiento de prosocialidad es general en todas las edades ­y ya es evidente en niños muy pequeños en la guardería­ y transversal a todas las sociedades del mundo.

Así pues, quizás podríamos mejorar nuestro sentido de bienestar y felicidad si aprendiéramos a mejorar el uso de nuestro tiempo, sea al trabajo o no. Nos tendríamos que plantear qué nos gusta o nos gustaría hacer, y qué no nos gusta hacer para nada. No existe una receta perfecta, ya que hay gente que "odia" cocinar, y otra a quien cocinar le encanta, gente que no soporta dedicarse al jardín, y gente a quien le relaja... Siempre considerando que tenemos suficiente dinero para tener nuestras necesidades básicas cubiertas, ¿qué tenemos que hacer para sentirnos más felices? Si nos atenemos a las conclusiones de años de investigación y de encuestas sociológicas, se pueden extraer una serie de consejos que, quizás parecen obvios, pero son efectivos: 1) nos tenemos que centrar en ganar más tiempo en ningún sitio de más dinero; 2) tenemos que "comprar" tiempo, pero no demasiado, porque entonces tampoco sabremos valorar esta ganancia en términos de calidad; 3) en muchos casos, nos hace sentir mejor invertir en experiencias (ir al cine o al teatro, comprar un libro, ir de viaje, hacer una actividad que nunca hayamos hecho) que no bienes materiales; 4) valorar las experiencias pequeñas y ordinarias tanto como las extraordinarias; 5) regalar y compartir con los otros, más que comprar cosas para nosotros; 6) socializar y hacer actividades con la gente que queremos y apreciamos.

No tendría que ser tan difícil encontrar nuestros pequeños trocitos de cielo cada día.