La picaresca irrumpe en la novela española en el siglo XVI. El Quijote es su obra más célebre pero es con El Lazarillo de Tormes que se inauguró magistralmente este género. El Lazarillo es el personaje central de una novela que narra sus andanzas, de aventura en aventura, o tal vez sería más ajustado decir de desventura en desventura, buscándose la vida.

Al final de la novela y ya en edad adulta, el Lazarillo, después de una larga etapa de vividor, se aferra a la seguridad de un lecho caliente y un plato en la mesa, haciendo de la necesidad virtud. Es así que entra al servicio de un arcipreste que le procura las necesidades básicas y lo convierte en su testaferro, y lo hace casar con su amante. A cambio de su bienestar, el Lazarillo blanquea el amor secreto de su amo y se garantiza así un futuro, un techo y el estómago lleno después de una vida errante viviendo la desdicha de los sin techo.

Esta tríada de personajes, Lazarillo, arcipreste y amante, evoca a esta Barcelona o de cómo el gobierno de esta ciudad es el resultado de un ménage à trois, de una trama de amores inconfesables y bajas pasiones, con tres personajes centrales: el Lazarillo, que por un lecho caliente se ha vendido el alma; el arcipreste Jaume, que es el artífice de la trama amorosa, la alcahueta y la marquesa de Pompadour, que iba para princesa y se ha quedado en concubina.

Hay un poema de un autor coetáneo al Lazarillo de Tormes, que se llama Ande yo caliente. Luis de Góngora resume magistralmente la actitud del Lazarillo al final de sus andanzas, cuando encomienda su destino a la sombra segura del arcipreste.

 

Traten otros del gobierno

del mundo y sus monarquías,

mientras gobiernan mis días

mantequillas y pan tierno,

y las mañanas de invierno

naranjada y aguardiente,

y ríase la gente.

 

El engaño, la astucia y la trampa ingeniosa forman parte del carácter entrañable del Lazarillo errante, de penuria en penuria, pasando vicisitudes de todo tipo, al servicio de diferentes amos con quienes vive la vida, una vida azarosa. El último amo del Lazarillo fue el arcipreste Jaume. Es con este noveno acto que acaba la novela, porque es aquí donde pierde el único bien preciado del Lazarillo: su libertad.