Me dicen mis amigas feministas que todos los hombres llevamos dentro a una mujer, incluso Arnold Schwarzenegger, incluso Angela Merkel, añado yo. Por lo tanto, en mi nueva e inesperada condición de mujer, quiero proclamar solemnemente que la ministra Dolors Montserrat no me representa. Y no me representa porque quiere hacer retirar un cartel de carnaval en que se ve a una señora en pelota manoseada por tres manos, una azul, una roja y una de color calabaza. Cogito que podrían ser manos de mujeres que llevan dentro a un hombre, de hombres que llevan dentro a una mujer o incluso manos de seres que dentro no llevan nada de nada, como los robots, lo ignoro. También podría ser que la chica en cueros fuera una simpática alegoría de nuestra Catalunyaa, con la estrella solitaria de la independencia colgada de la oreja, y que la mano azul fuera del PP, la roja del PSC y la naranja de Ciudadanos, la que se sitúa sobre la zona púbica. Esto explicaría que levante el dedo impúdico, como hizo en su momento José María Aznar ante la prensa, pero pensándolo mejor no parece que la señora o señorita esté bajo los efectos de ningún artículo 155 ni de ninguna jaula de los pueblos . Se la ve satisfecha y contenta. Y se la ve satisfecha porque contrariamente a lo que dice la señora ministra Montserrat, nuestros cuerpos, los de los hombres y los de las mujeres, desde que el mundo es mundo, cuando nos precipitamos al fornicio y al concúbito, o al simple juego de la seducción, siempre han sido un objeto sexual. Además de sujetos sexuales, señora ministra, afortunadamente también somos objetos sexuales, objetos de deseo, sí, aunque a usted le cueste creerlo Brad Pitt es objeto de deseo, como lo es también Jennifer López y de ello se han sacado un capitalito. Carlos Dívar, el ex presidente del Tribunal Supremo, en su modestia, y pese a su dorada vejez, también fue objeto de deseo y por ello visitaba a menudo Marbella. Un respeto, señora. Incluso usted debía ser objeto de deseo político, un objeto catalán, cuando Mariano Rajoy la nombró ministra, ahora, pasado el tiempo, ya no se lo podría asegurar. Que una ministra de Igualdad en lugar de trabajar para el bien de su España se dedique a hacer de censora del cartel de Carnaval del Ayuntamiento de Terrassa es que tiene muy poco trabajo y que el dogmatismo, la intolerancia, el puritanismo y la incomprensión están pudriendo su alma. Usted está adoctrinada y segrega odio, siento mucho decírselo.

Catherine Deneuve, un auténtico referente de la liberación de las mujeres y al mismo tiempo oscuro objeto de deseo de muchos espectadores, ha dicho lo que tenía que decir en las páginas del Monde de París del otro día. Que hay una ofensiva conservadora contra la libertad sexual, que el puritanismo está envenenando nuestras vidas. Y, me permito añadir, que mientras usted, señora ministra, no sea también jueza no es nadie para exigir la retirada de un cartel, no se le suba ahora el cargo a la cabeza como si fuera un alcohol barato. Yo, en cambio, como ciudadano y votante, sí tengo el derecho de exigirle que gobierne para todos y no sólo para una ínfima minoría de intolerantes y de censores. No hay más libertad que el derecho al cuerpo. Del de la mente ya hablaremos otro día. De esta libertad nace, por un lado la prostitución, el suicidio, el trabajo y el derecho al placer. De eso vive la publicidad y el comercio, señora ministra, señora abadesa, que es una manera superlativa de llamarle monja. El cuerpo es el destino y el culto al cuerpo es lo que distingue a las sociedades desarrolladas y modernas, las democracias libres, en contraste con el puritanismo de los países socialistas, de las teocracias islámicas o católicas, de las sociedades que tienen arrodillada a la mujer con el pretexto de respetarla y protegerla. La libertad de la mujer comienza por la libertad del cuerpo, que no es jurisdicción de ninguna ministra aunque lleve un apellido tan virginal como el suyo. Ustedes, los del PP, que han canonizado la Santísima Transición y el régimen de 1977 ¿todavía no saben que la democracia vino en España gracias a los pechos y al potorro de la Nadiuska?