La propuesta de Pedro Sánchez de un nuevo Estatuto de Autonomía para resolver el conflicto catalán es objetivamente inviable, como lo es también la idea de reformar la Constitución. Es obvio que los socialistas necesitan articular un discurso diferente al de la derecha española que genere esperanzas de cambio, pero formular ideas aparentemente simpáticas que no resuelven ningún problema no rebaja el conflicto, sino que contribuye a crisparlo aún más y a eternizarlo.

Un nuevo Estatut requeriría un consenso de dos tercios en el Parlament y la reforma anterior tan fracasada ya dejó claro que no prosperará ninguna iniciativa que no cuente con el apoyo en las Cortes de los dos grandes partidos españoles, el PSOE y el PP. El Estatut del 2006 fracasó por el boicot del PP, así que ahora habría que incorporar al PP y también a Ciudadanos y a Podemos. Cuesta mucho imaginar un consenso que reúna Junts per Catalunya, ERC, el PSOE, Podemos, el PP y Ciudadanos con presos políticos pendientes de sentencia y líderes catalanes exiliados. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. No se valoró suficientemente que el boicot del PP al Estatut del 2006 supuso una ruptura del pacto constitucional del 78 que hoy parece irreversible, porque no se ve la voluntad ni la manera de rehacerlo.

Jordi Pujol ya advirtió en su momento que con la iniciativa de hacer un nuevo Estatut, Catalunya corría el riesgo de "marcarse un autogol", como así fue. Después de 30 años, la derecha franquista (y también la izquierda jacobina) ya había perdido la vergüenza y estaba absolutamente determinada a aprovechar la ocasión para recuperar un poder que consideraban suyo. "En la Transición, cedimos demasiado", suelen decir los estadistas la derecha española, convencidos de que España es suya y sólo suya. Y de aquí no se mueven.

La propuesta del presidente del Gobierno lleva implícito un reconocimiento: el conflicto catalán sólo lo pueden resolver los catalanes... votando... y los españoles respetando el resultado

Llegados a este punto, la cuestión es por qué Pedro Sánchez hace propuestas que sabe que son inviables. Teniendo en cuenta la precaria mayoría parlamentaria que le sostiene, es lógico que Sánchez lance la pelota bien lejos para entretener al personal y ganar tiempo. Ahora bien, en el fondo, la propuesta del presidente del Gobierno lleva implícito un reconocimiento: el conflicto catalán sólo lo pueden resolver los catalanes... votando... y los españoles respetando el resultado.

Y aquí es donde más tarde o más pronto Sánchez deberá arriesgar con algo más factible que un nuevo Estatut, porque de cómo gestione el conflicto catalán depende su carrera política y que España salga del bucle. Y eso requiere audacia y coraje. Sánchez no puede caer en los mismos errores que han hundido a sus correligionarios europeos. Los socialdemócratas de toda Europa han caído en picado porque cuando más urgente era ofrecer una alternativa progresista al desafío que supuso la crisis, en vez de propiciar cambios y priorizar la lucha contra las desigualdades, se acomodaron a los postulados de la derecha más ortodoxa: menos obstáculos y menos impuestos a los negocios de los ricos y austeridad pura y dura en el gasto social. El resultado ha sido que en todas partes la gente que se sentía de izquierdas ha buscado a otros representantes. En Alemania, los Verdes están sustituyendo al SPD y en Italia el Movimiento 5 Estrellas desbancó a la izquierda convencional. De hecho, el ascenso de Podemos forma parte del mismo fenómeno. En Comú Podem ya le ha arrebatado la victoria al PSC en dos elecciones generales. Aunque el conflicto catalán no es exactamente un conflicto digamos de clase, si el PSOE no es capaz de ofrecer una alternativa verdaderamente diferente y contraria a la derecha de PP, Cs y Vox, no ganará nada en España y perderá Catalunya, que le es imprescindible para poder gobernar.

El PSOE no quiere ni puede facilitar la independencia de Catalunya, pero como han defendido medios internacionales como el Financial Times y el New York Times, España sólo resolverá el conflicto si es capaz de convocar el referéndum en Catalunya y ganarlo como han hecho los británicos en Escocia y los canadienses en Quebec. Es cierto que el referéndum de autodeterminación no tiene cabida en la Constitución española, pero sí se puede hacer una consulta no vinculante, tal como prevé el artículo 92. Lo han defendido especialistas tan ilustres como el catedrático Francesc de Carreras, fundador e ideólogo de Ciudadanos (esperemos que no se retracte) y quien fue presidente del Consejo de Estado, Francisco Rubio Llorente. Este es el reto de Pedro Sánchez. Ahora bien, para ganar la consulta el presidente español debería plantear propuestas seductoras que invitaran a los catalanes a seguir siendo españoles, porque hasta ahora a los catalanes sólo se les ha reprimido y amenazado contra las ganas de irse y no han recibido ningún argumento para que prefieran quedarse que no sean represalias, a cual más brutal.