El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, calificó de "monólogo" las propuestas de negociación que le presentó el president de la Generalitat, Quim Torra, durante su encuentro en el Palau de Pedralbes y ha insistido en que "dentro de la Constitución se puede hablar de todo”, pero descartando cualquier asunto que él considere que no quepa, como la autodeterminación. La concepción de la Constitución del 78 como un corsé que limita derechos es absolutamente contraria al espíritu con el que se redactó y pactó el texto del 78. Parece mentira que Sánchez caiga en la trampa de sus peores adversarios. Esta concepción hermética de la Constitución la puso en práctica Aznar —que había votado en contra— a partir del año 2000, y desde entonces ha sido la contrarreforma conservadora lo que ha devenido el auténtico monólogo que está llevando España al desastre.

No se entiende que Pedro Sánchez no se dé cuenta como en su día sí lo advirtió José Luis Rodríguez Zapatero. Ante el hermetismo constitucional de Aznar, Zapatero optó por ofrecer todo lo contrario. Anunció el apoyo al nuevo Estatuto de Catalunya y después también apoyó las reformas estatutarias planteadas por varias comunidades. Era una manera de ser alternativo. Y luego pasó lo que pasó y todo fue como fue, pero, de entrada, Zapatero ganó las elecciones porque fue capaz de presentar una alternativa constitucional diferente a la de la derecha española más recalcitrante.

La concepción de la Constitución del 78 como un corsé que limita derechos es absolutamente contraria al espíritu con el que se redactó y pactó 

A menudo se habla del régimen del 78, cuya degeneración es una evidencia, pero no "por culpa" de la Constitución, sino a pesar de ella. El texto del 78 se quiso ambiguo pensando en dar margen a las reformas y el desarrollo de las libertades en el futuro, cuando la democracia se hubiera consolidado y se desvaneciera la amenaza militar, pero desde el golpe de Estado de Tejero, en 1981, todo ha ido, con altos y bajos, progresivamente a peor. Aquella Constitución fue lo máximo que los poderes del Estado franquista estaban dispuestos a ceder. Desde entonces están obsesionados en que cedieron demasiado y que hay que recuperar lo que tenían. Y desde el año 2000 para acá, el poder político, económico, judicial y mediático ha vuelto a estar dominado por lo que podríamos llamar los representantes de la España eterna. Incluso se han infiltrado en el Partido Socialista.

Si Pedro Sánchez cree de verdad en el espíritu constitucional del 78 simplemente debe leerse las actas de los debates entre los redactores y en el mismo Congreso. Y tomar nota de varios dictámenes elaborados posteriormente por gente tan poco sospechosa como Ernest Lluch o Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Si quiere hablar con el president Torra dentro de la Constitución puede hacer como hizo el gobierno canadiense con sus interlocutores de Quebec. La constitución canadiense no prevé el derecho de autodeterminación de Quebec, pero el gobierno de Ottawa entendió que los quebequeses tenían derecho a expresar democráticamente su sueño y a tenerlo en cuenta si obtenía el apoyo de una mayoría cualificada.

La ruptura del hermetismo constitucional de la derecha cada vez más extrema y un giro inequívoco a la izquierda en los planteamientos económicos será la única manera de que el PSOE pueda articular una mayoría progresista que frene y contrarreste la ofensiva neofranquista. Si no lo hace, tal vez consiga ser la lista más votada, pero en el mejor de los casos —o el peor, según se mire— deberá gobernar con Ciudadanos, una opción políticamente suicida para el PSOE y el sepelio de la España progresista.