Últimamente he pedido a gente de la órbita postconvergente si me podían ayudar porque no acabo de entender los criterios estratégicos del espacio que va de la Crida al PDeCat pasando por Junts per Catalunya y se me hacía francamente difícil el análisis político, por ejemplo sobre el papel de JxCat en los pactos municipales. Pedía, de hecho, quién podía aclarármelo, quién es quien manda de verdad, no desde Waterloo, sino sobre el terreno. No es que ignore el papel del president Puigdemont como principal referente, pero él mismo me ha dicho varias veces que cada uno debe asumir su responsabilidad, que su frente prioritario es obviamente el internacional y sus pleitos con el Estado y que con la distancia física y mental que hay entre Waterloo y Lloret de Mar o Santa Coloma de Farners, por poner dos ejemplos, "mejor que trabajen los que están".

Lo más sorprendente es que después de varias consultas nadie ha sabido responderme quién manda, quién me puede orientar sobre lo que son, dónde están y hacia dónde van. Incluso, algunos notables exconvergentes me han pedido que si descubría quién es la mente pensante que marca la pauta les haga el favor de hacérselo saber, que también les interesaría contactar.

Es bastante evidente que este desbarajuste ha tenido mucho que ver con los resultados electorales tan malos que han tenido aquellos que eran el pal de paller. Prácticamente han cambiado de nombre a cada elección, han transmitido la sensación de que las candidaturas se improvisaban, de tal manera que gente corriente que toda la vida había votado Convergència me paraban por la calle y me preguntaban quiénes eran ahora los convergentes. A esto ha contribuido un cierto complejo con el pasado pujolista bastante absurdo fruto de la interiorización del discurso de los adversarios. Además, esta ansia de romper con el pasado ha desdibujado el proyecto político. Como les reprochan  que son de derechas, hacen lo imposible para parecer de izquierdas, en el Parlament y en el Govern. Los fichajes más estelares los han ido a buscar a la izquierda. Jordi Sànchez viene de la agitadora Crida a la Solidaritat que pintaba de rosa los barcos de guerra norteamericanos atracados en el puerto de Barcelona y cuando se hizo mayor aterrizó en la Iniciativa per Catalunya de Rafael Ribó. Ferran Mascarell ha sido siempre un referente de la intelectualidad de izquierdas y un ideólogo del maragallismo; Antoni Morral fue alcalde comunista –o ecosocialista– de Cerdanyola... En cambio, se han ido los de derechas de toda la vida. No hay que remontarse a Duran i Lleida o a Fernández Teixidó... Tampoco Marta Pascal muy de izquierdas no parece.

Tras varias consultas entre personal de JxCat nadie ha sabido responderme quién manda, ni quién me puede aclarar sobre lo que son, dónde están y hacia dónde van

En el Parlament no se hacen muchas leyes, pero insisten en proyectos y conceptos inequívocamente de izquierdas que reclaman más intervención pública como la renta garantizada de ciudadanía, la extensión y universalización de servicios públicos, el incremento de las medidas de protección social. Han protegido a los taxistas ante los VTC tanto como la alcaldesa Colau y parece que alguna voz se ha decantado por la nacionalización o municipalización del agua ...

Es difícil saber quiénes son los exconvergents y hacia dónde van, así que no tienen más remedio que organizar una catarsis. No está convocada todavía, pero parece que habrá una convención en julio que servirá para consolidar al menos el nombre. Junts per Catalunya, que ahora es una coalición, se convertirá partido, pero todavía está por resolver qué pasa con el PDeCat, cómo se ha de disolver en JxCat sin que nadie se sienta apartado. Después deberán decidir qué hacen en el Govern. El prestigio de Convergència lo marcaba el liderazgo de la Generalitat y ahora esto no ocurre. La situación es más difícil que nunca, pero también contribuye el desprecio del autonomismo hasta el punto de que las dos conselleres con mayor proyección hayan preferido irse, una de concejala y el otro de diputada, mientras que el president no se cansa de decir que está de paso. Y, precisamente, en estas circunstancias nadie quiere oír hablar de elecciones convencidos de que las perderían, con lo que la situación nos remite a la orquesta del Titanic.

Tanto es así que algunos que están dispuestos a asumir el mando no se quieren postular todavía porque es enorme el riesgo de hundirse antes de que todo se serene y comience una nueva etapa que nadie sabe cómo será pero que todo el mundo desea. Uno de ellos me resumía las tres asignaturas pendientes que JxCat deberá aclarar a partir de julio: "liderazgo, partido y proyecto", pero advertía también que todo ello tenía que hacerse "de acuerdo con los tres presidentes". Por orden alfabético son Mas, Puigdemont i Torra. Si observamos los últimos 40 años, todos los presidentes catalanes, españoles o europeos –salvo Torra, ciertamente– han tenido que matar al padre, quiero decir a su antecesor, pero matar a tres ... ¡Dios mío!