Nunca nada está escrito con antelación, ni se puede prever qué efectos tendrán mañana las decisiones que se toman hoy. Seguramente, los estrategas miopes de la Moncloa pensaron que celebrando un Consejo de Ministros en Barcelona que repartiera calderilla por Rodalies o por cualquiera de las infraestructuras obsoletas, aparecería Pedro Sánchez como un generoso Papá Noel capaz de serenar los ánimos soberanistas y neutralizar políticamente el conflicto. Y resulta que pasará todo lo contrario. Lejos de rebajar tensiones, se disparan de mala manera. Las consecuencias son imprevisibles pero estremecedoras

Demasiado tarde se ha dado cuenta el Gobierno del inmenso error que ha cometido. Ya no se puede permitir dar marcha atrás, porque sería tanto como claudicar, y lo que debía ser un gesto de simpatía se convertirá en una demostración de fuerza contra los que salgan a protestar, que no mejorará la auctoritas del gobierno español y sí alimentará, en cambio, esa imagen autoritaria y represora del estado español que comenta toda la prensa internacional, también ahora con gobierno supuestamente progresista.

Los prolegómenos no pueden ser más oportunos. El TC sigue avalando todas las decisiones del Tribunal Supremo y siempre por unanimidad. Ni un solo voto particular ante actuaciones del Supremo que sí han sido cuestionadas por los juristas más prestigiosos de España, y en el caso de la presidencia de Carles Puigdemont, aun discrepando del Consejo de Estado. Esta semana, el tribunal que debe ejercer de árbitro ha confirmado la prohibición a Puigdemont, Oriol Junqueras, Jordi Turull, Jordi Sànchez, Josep Rull y Raül Romeva a que ejerzan su función de diputados en el Parlament para la que fueron legítimamente elegidos. Esto ocurre mientras Jordi Sánchez, Jordi Turull, Joaquim Forn y Josep Rull mantienen una dramática huelga de hambre ―que ya requiere atención médica permanente― en protesta por el bloqueo de sus recursos en el Constitucional. En estas circunstancias, se celebrará el Consejo de Ministros en Barcelona, con la consiguiente protesta multitudinaria en la calle, con los CDR tan dispuestos a la batalla como los franceses de los chalecos amarillos, y mil policías españoles desplazados en condiciones deplorables para que descarguen toda su rabia contra los manifestantes. Otro momento explosivo con todos los ingredientes de una tormenta perfecta.

La prioridad de Pedro Sánchez era apaciguar el conflicto con Catalunya, pero el jefe del Ejecutivo no ha sabido, no ha podido o no le han dejado enderezar una situación que empeora cada día y que hace temer que lo peor está por venir

Quizás algún día conoceremos todos los detalles de cómo se organizó el relevo en la presidencia del Gobierno en forma de moción de censura contra Mariano Rajoy. Lo que no cabe duda es que la prioridad de Pedro Sánchez era apaciguar el conflicto con Catalunya, pero el jefe del Ejecutivo no ha sabido, no ha podido o no le han dejado enderezar una situación que empeora cada día y que hace temer, como decía Joaquim Nadal, que lo peor está por venir, porque cada evento genera nuevas complicaciones.

Tras el resultado de las elecciones andaluzas, Pedro Sánchez se encuentra atrapado por su propia gente. Haga lo que haga pierde apoyos por una u otra parte. La excusa de Susana Díaz para justificar su derrota ha sido “no haber hablado bastante de Catalunya durante la campaña electoral” como hicieron sus adversarios de la derecha. Este mensaje es una manera de decir que ha perdido por culpa de la supuesta alianza de Pedro Sánchez con los independentistas. Sea o no sea cierto, el caso es que lo que se denominó "efecto Sánchez" no mejora las expectativas del PSOE en el ámbito territorial. Incluso el PSC ha detectado que su implicación en el Gobierno de España no le está reportando incrementos sustanciales en las encuestas como sí ocurría en tiempos de González y Zapatero. Así que, por si acaso, todos los barones socialistas que se juegan la presidencia de una comunidad autónoma o una alcaldía se han apresurado a desmarcarse de su presunto líder. Emilio García-Page (Castilla La Mancha), Javier Lambán (Aragón) y Guillermo Fernández Vara (Extremadura) ya se han entregado en cuerpo y alma al festival de amenazas y ofensas no sólo antisoberanistas, sino directamente anticatalanas. De aquí viene que Sánchez se viera obligado esta semana en el Congreso a levantar el tono de sus amenazas, que automáticamente fueron multiplicadas por los líderes de las derechas, cada vez más extremas. En resumen, más leña a un fuego que, como los incendios forestales de California, no se pueden apagar con los medios habituales, sino provocando otro incendio en dirección contraria para que se neutralicen mutuamente.