El Parlament de Catalunya reprobó el Rey Felipe VI y expresó su deseo de abolir la monarquía tal como corresponde a la mayoría republicana de la cámara y al Gobierno español no se le ha ocurrido una idea más brillante que pretender impugnar la resolución como si se pudiera transformar la realidad en "hechos alternativos", como decía la Kellyanne Conway, aquella asesora tan divertida de Donald Trump. A pesar de la advertencia de juristas contra el riesgo de hacer el ridículo, el Consejo de Ministros ha pasado el balón al Consejo de Estado y cabe la posibilidad de que el Tribunal Constitucional vuelva a cubrirse de gloria y se vea obligado a dictaminar que lo que ha pasado no ha pasado y que no existen republicanos en Catalunya, en lo que sería una nueva versión, más sofisticada de El rey desnudo.

La idea de un rey desnudo es la que suscita la imagen del monarca arropado el viernes por “todos los poderes del Estado” en la ceremonia de entrega de los premios Princesa de Asturias. Cuesta entender que no se den cuenta de que esta adhesión inquebrantable de los funcionarios, en vez de reforzar la institución, pone en evidencia a un jefe de Estado a la defensiva que arrastra al resto de instituciones y pone en crisis el régimen. Para hacer una réplica del mismo nivel, el Parlament podría aprobar una nueva resolución sarcástica que dijera estrictamente y en castellano "que nos quiten lo reprobao".

Cómo está la monarquía española que solo la derecha extrema le hace la pelota y estudiantes asturianos excelentes como Diego Fernández y Juan Martínez evitan retratarse con Su Majestad por su origen franquista, por la corrupción y por la venta de armas a dictaduras; un asunto que, por cierto, ha ganado interés de debate con los últimos acontecimientos de ámbito internacional.

Que se sepa, del gremio de reyes y reyezuelos, los más amigos de los Borbones, tanto del padre como del hijo, son precisamente los Saud. Donald Trump se escandalizó cuando le contaron que el periodista Jamal Khashoggi fue descuartizado vivo por sicarios del príncipe heredero Mohamed bin Salman Abdulaziz al Saud. Con el cinismo que lo caracteriza, el actual presidente de Estados Unidos dejó claro que, en su escala de valores, por el asesinato de un periodista no estaba dispuesto a perder el contrato de 110.000 millones de dólares en armas que firmó con el Gobierno de Riad en su última visita. La reflexión también la podemos hacer aquí.

El pasado mes de abril, Felipe VI recibió en la Zarzuela al príncipe descuartizador. Dado que se trataba de un invitado muy especial, Felipe le ofreció alojamiento donde había vivido Franco, el palacio del Pardo. Felipe de Borbón está muy agradecido al reino saudí, que ha sido generoso con España. Ha facilitado la financiación de la obra faraónica que ha reivindicado la Marca España como referente del orgullo nacional español, el AVE a la Meca, más de 7.000 millones y sus correspondientes comisiones. El negocio lo ha hecho el ministro franquista Villar-Mir y las pérdidas, que parece que también las habrá, las asumiremos todos a cuenta de la Renfe.

Cuando vino en abril el príncipe descuartizador compró varios buques de guerra españoles por unos 2.000 millones de euros y después las bombas denominadas “inteligentes”, el pedido que Pedro Sánchez no se atrevió a suspender como pretendía la titular de Defensa, Margarita Robles. Sería interesante que el progresista Gobierno español y la cabeza coronada del Estado tuvieran al menos el coraje de Donald Trump y expresaran cuál es su escala de valores en relación con la venta de armas y el respeto a la vida y la dignidad humana.

La respuesta difícilmente vendrá del ministro de Asuntos Catalanes, perdón, de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, ocupado como está intentando hacer ver al mundo que los catalanes no tienen razón (de ser). De hecho, ha reconocido que no hace otra cosa. El conflicto catalán tiene bloqueada la política exterior española. Borrell ahora se pelea con Bélgica, ahora se queja a Grecia o replica en Alemania. Y en Suiza, los compatriotas que le hacen el trabajo intentan boicotear el acto del president Torra al grito de "Viva Franco", que acaba poniendo las cosas en su sitio.

Tantas ganas que tienen Pablo Casado y Albert Rivera de hacer caer el gobierno Sánchez y siendo como es que el presidente español no se puede permitir otra baja en el Consejo de Ministros, es muy significativo que le hayan perdonado la vida al ministro Borrell, cuando ha trascendido el escándalo por el uso de información privilegiada en el ámbito financiero, que es un comportamiento muy mal visto y muy perseguido en todo el mundo. Está claro que más allá de sus histrionismos, Casado y Rivera respetan Borrell porque son conscientes de que forma parte del núcleo duro del Ejecutivo bendito por la Corona para hacer frente al desafío catalán. Lo dijo él propio Borrell en Estrasburgo: "Cada día soy más monárquico". Si es que todo cuadra.