Como estaba previsto, Ciudadanos ha pactado con Vox e intenta convencernos de que lo negro es blanco, porque sin Vox, Ciudadanos no podría formar parte del gobierno andaluz. La derecha europea ha establecido una estrategia de aislar a los partidos de extrema derecha. Si PP y Cs fueran homologables con los partidos democráticos europeos, habrían buscado el acuerdo con el PSOE antes que con Vox. No lo han hecho porque tienen mucha más afinidad con los neofranquistas que con los socialistas, pero, sobre todo, porque su clientela no les habría perdonado una decepción tan grande.

Hace unos años, el líder de los liberales europeos, Guy Verhofstadt, me dijo en una entrevista que nunca los liberales europeos acogerían a un partido como Ciudadanos, que había ido a las elecciones europeas del brazo de la extrema derecha. Cuando vio que Ciudadanos tenía más diputados que CiU, se comió sus palabras y les abrió la puerta de par en par. A Ciudadanos le conviene la alianza con los liberales europeos, sobre todo ahora que con el presidente francés Macron han crecido considerablemente, pero antes de que los apoyos europeos, Rivera necesita los votos españoles. Por eso pacta con Vox sin ningún escrúpulo por más que luego se haga el milhombres.

Lo que es significativo más que sorprendente es que ante tanta evidencia, algunos dirigentes del PSOE y los principales medios del establishment se traguen como algo serio todo el histrionismo de Albert Rivera respecto de Vox y den credibilidad a la teoría desmentida por los hechos objetivos según la cual Ciudadanos y Vox no son aliados sino todo lo contrario.

El PSOE siempre ha traicionado al PSC pactando con sus adversarios en Catalunya, pero si Pedro Sánchez lo hace con Albert Rivera, nada será como antes

Todo tiene su explicación. Los partidarios de que los socialistas gobiernen a cualquier precio y en cualquier circunstancia se han dado cuenta de que la única manera con que el PSOE podrá gobernar tras las próximas elecciones será en coalición con Ciudadanos, siempre y cuando el bloque de la derecha no sume mayoría absoluta, una posibilidad que las encuestas ni descartan ni aseguran. Cuanto más se acerque Ciudadanos a la derecha, más difícil para el PSOE será explicar de nuevo a su gente que han de gobernar con sus adversarios ideológicos. Los socialistas ya sufrieron lo que sufrieron cuando entregaron el gobierno a Mariano Rajoy y las tensiones internas volverían a estallar. Y como siempre y sobre todo en Catalunya.

El PSC se negó a propiciar con el voto de sus diputados que Rajoy gobernara al entender que para los socialistas catalanes era suicida facilitar el gobierno a la derecha. Más suicida será para el PSC un pacto PSOE-Ciudadanos. Los socialistas catalanes quedarían absolutamente neutralizados como fuerza política. A pesar de que apoyaron al 155 por orden el Rey, aún han mantenido un margen de posiciones diferenciadas en el conflicto catalán que perdería definitivamente. No sólo eso. El partido de Albert Rivera entraría en el área metropolitana de Barcelona como un caballo de Troya que se apoderaría de los últimos centros de poder socialista.

Por eso, a diferencia de algunos barones del PSOE, Miquel Iceta y José Zaragoza proclaman y acusan a Ciudadanos de su connivencia con la extrema derecha, una táctica disuasoria de la llegada de malos espíritus. La paradoja es que el PSOE sólo ha gobernado con mayoría suficiente cuando  el PSC le compensaba en Catalunya lo que el PSOE no era capaz de ganar fuera, pero, en cambio, el PSOE siempre ha traicionado al PSC pactando con sus adversarios. Lo hizo Felipe González con Pujol, Zapatero con Artur Mas y Duran i Lleida. Si en otoño Pedro Sánchez lo hace con Albert Rivera, nada será como antes.