Hoy en España hay un gran debate. Sobre el debate. A cuatro. Apasionante cuestión. ¿Dónde lo harán? ¿En TVE? ¿En Atresmedia? ¿En los dos sitios? Mientras, en Catalunya unas 80 personas hemos pasado parte de la mañana del Viernes Santo viendo y oyendo a Oriol Junqueras a través de un monitor.

Él, Junqueras, estaba en la prisión de Soto del Real. Nosotros en la redacción de la ACN en BCN, situada cerca de la Modelo. Metáfora que nos sitúa allí mismo.

Si no me he descontado le hemos hecho 25 preguntas. El debate del debate ha ocupado cero segundos. Quizás porque Junqueras no podrá estar en este debate. Ni siquiera si en vez de a 4 lo hicieran a 34. Cosas de estar en prisión un Viernes Santo. Y de estar en general. Desde hace 532 días.

Es difícil no hacer comparaciones entre la rueda de prensa de hace 24 horas en la Agencia EFE con Jordi Sánchez y la de hoy. Básicamente cinco. La principal es que, sí, en la sala desde donde hablaba el líder de Esquerra (la misma que la de ayer) estaba, sí, allí estaba, la famosa bandera y el no menos famoso cuadro del Rey. Pero no los hemos visto. ¿Por qué? Porque el plano era más cerrado y han conectado con Junqueras cuando él ya estaba sentado en su sitio. Pero sabemos que estaban allí porque, como se puede comprobar con la foto que ilustra esta pieza, alguien se ha tomado la molestia de retratarlo. 

La segunda es que gracias al cursillo acelerado que sufrieron ayer los compañeros de EFE, organizando una cosa muy complicada en menos de 12 horas, esto de hoy ha ido como un reloj. La tercera es que los técnicos de la ACN han podido entrar en la prisión, cosa que antes de la rueda de prensa de Sánchez era imposible. Y lo era porque, sencillamente, no les permitian entrar. La cuarta es que hoy hemos estado una hora y 41 minutos y ayer 47 minutos. Y la quinta es que, seguramente por culpa de la inmediatez de lo de ayer, Junts per Catalunya solo desplazó a Laura Borràs. Hoy, en cambio, por Esquerra estaban Gabriel Rufián, Sergi Sabrià, Diana Riba (pareja de Raül Romeva que, por cierto, la ha llamado por teléfono durante el acto) y varias personas de prensa y redes del partido.
Bueno, y quizás añado una sexta comparación que sería la puntualidad. Porque a las 9.59, un minuto antes del previsto, ya nos ha aparecido Junqueras en el monitor que, por cierto, era más pequeño que el de ayer, cuando hubo un retraso de 13 minutos.
"¿Y qué, qué, qué? ¿Cómo ha visto a Oriol, señor periodista"?, quizás me pregunte usted ahora mismo. Bien, pues como siempre. Vaya, en forma. Junquerismo en estado puro. Antes de empezar a responder preguntas ha hecho una previa, un clásico. Y al final han sido tres. Tres previas. Y nos ha dicho que nos echa mucho de menos y que estaba muy contento de vernos. Aunque lo ha hecho a través de un móvil que tenía en la mesa. Y después ya ha soltado lo que él mismo ha llamado "pasión explicativa". O sea, esa manera de responder haciéndose a sí mismo preguntas que transforma en obviedades de respuesta sencilla y con curvas dialécticas que acaban simplificando el relato.

Por cierto, si quiere saber qué ha dicho, todo y más lo encontrará en la pieza periodística de Carlota Camps. Y si quiere un resumen con los mejores momentos, aquí lo tiene.

Y mientras él iba haciendo de Junqueras, respuesta tras respuesta, un servidor pensaba que en una circunstancia como la suya no tiene que ser fácil ser uno mismo. Ser el de siempre.

Y lo comparo con un servidor de usted, que hoy se ha levantado de la cama de su casa. A la hora que le ha apetecido. Que ha consultado los mensajes del móvil y las novedades que circulaban por las redes. Que se ha duchado durante el rato que ha creído conveniente oyendo las noticias de las emisoras que ha ido considerando conveniente. Que ha estado con su gente comentando la jugada del día. Que ha hecho planes para comer. Que ha desayunado lo que le ha apetecido. Que ha mirado su extenso armario y ha escogido el etilismo más adecuado. Y que ha ido hasta la ACN con la calma. Y etc.

Junqueras, en cambio, se ha levantado cuando se lo han dicho. No tiene móvil. Y si tiene radio, no puede escoger oír emisoras catalanas. Por ejemplo. Si ha podido, se ha duchado. En una prisión. No ha podido interactuar con su familia. No ha hecho ningún plan porque en la prisión los planes te los hacen. Ha desayunado lo que tocaba. Se ha puesto "la" americana (la única que tiene). Ha procurado que "la" camisa tuviera las mínimas arrugas posibles, teniendo en cuenta que la camisa está en una celda de una prisión a 600 kilómetros de su casa. Y ha ido a una sala a responder preguntas de interlocutores a quien no veía directamente.
Con este panorama no es fácil seguir siendo uno mismo. No tiene que ser fácil que no se noten los 532 días en prisión preventiva. Ni las horas de juicio. Como ayer sucedió con Jordi Sánchez, no tiene que ser fácil crear una campana mental tan potente para que todo eso no se note.
Y Junqueras ha sido tan Junqueras que en el momento de despedirlo, a las 11.35, ha tomado posesión del micro hasta las 11.40 para amenazarnos. Ha dicho que cuando salga hará una rueda de prensa muy larga. Vaya, que nos castigará con un chapapote (que viene de chapa) que no nos lo acabaremos. Junquerismo total. Una vez más. Y ha estado cinco minutos hablando de los discursos más largos de la historia, que según él podrían ser de Fidel Castro o del general Prim. El del militar duró tres días. El del militar no cubano, me vendría a referir.

Y como mientras explicaba todo eso ha insistido en que nos echa mucho de menos y que tiene muchas ganas de vernos, no puedo obviar el comentario del compañero de La Sexta, Jorge Romance. Antes de hacer su pregunta, en castellano, le ha dicho a Junqueras, y en catalán, que la situación que estábamos viviendo no era normal y que los periodistas también le echamos de menos.

Efectivamente, eso de hoy no ha sido normal. Nunca habría imaginado que la mañana de un Viernes Santo asistiría a una rueda de prensa de Oriol Junqueras con él en prisión desde hace 532 días. Y ha sucedido. Y todavía no me lo creo. Pero a la vez lo encontramos normal. Y sigue sin serlo. Y está bien que Jorge lo haya recordado. Porque haciéndolo ahora todo el mundo sabe que una cosa son las personas y otra son las empresas. Y eso es muy importante que lo tengan presente aquellos que se dedican a insultar y a impedir el trabajo de los periodistas.