Mis brazos no son nubes esponjosas, publicitarias e indolentes que no podrían cogerte los días en los que sueñas que te caes desde el cielo. Son portaaviones en medio del océano perfectamente a punto para que puedas elevarte siempre que tú quieras. A veces soy pesado y contundente igual que el acero, pero ya sabes que también puedo ser ligero y gracioso como el aire que entra por la rendija y te señala la salida.

Dile que me encantaría ser amigo tuyo y que tus deseos fueran órdenes, y que no trato de hacerme el duro ni hurgo por placer en la herida que te hice el día que tomamos la primera copa. Dile que si alguna cosa tengo es la intuición y que no me fío de tus sentimientos y que primero tendríamos que acabar con el miedo porque la cobardía se contagia y al final nos matará a los tres.

Si queréis amaros de verdad primero tendríais que saberos manchar las manos de sangre y miraros a la cara, justo como yo hago con vosotros. El amor inocente es igual que la curiosidad sin experiencia, tarde o temprano acaba con Bambi provocando alguna muerte absurda. Si tanto miedo os hace romperos, no tendréis nunca suficientes autoengaños y de mentiras para tratar de protegeros y conservar la gran historia que os pensabais que teníais.

Mirad a los catalanes como aceptamos las mentiras que los políticos dicen por miedo de perder las migajas. Mirad como se han hecho de pequeños y oscuros algunos conocidos nuestros detrás de los silencios y los discursos triunfales. Como siempre, nos está matando el miedo de provocar un conflicto mayor que nosotros. Pero, a veces, provocar un conflicto a tiempo es la única manera de restablecer el equilibrio sobre unas bases fuertes.

Si queréis amaros de verdad tenéis que estar dispuestos a perder el mismo confort que el amor os ofrece. Mientras escribo eso recuerdo unas palabras muy famosas que Joseph Conrad pone en boca de Kurtz, al final de El Corazón de las tinieblas. The horror, dice el pobre hombre aterrado. The horror, suspira, el señor pedante, cuando ya no le queda nada para perder y se da cuenta de que tanta civilización lo ha corrompido a él y sus compatriotas.

Los escritores nos hacemos los duros, pero la verdad es que la vida se ve deformada con el corazón frío. Cuando el corazón se blinda el mundo se vuelve impenetrable porque el esencial es invisible en los ojos. Si el amor no te hace valiente, a la larga aceptas cualquier comedia por bestia que sea ―como explica el libro de Conrad o también Las amistades peligrosas―. La sabiduría llega hasta allí donde el amor te hace sentir profundamente seguro, la contabilidad deforma, engorda el culo y provoca mucha angustia.

Si miro atrás, veo que nadie me ha ayudado tanto a descubrir las posibilidades del mundo como las mujeres que han pasado por mi vida. Dos amantes tendrían que ser igual que tú y yo, dos almas que se desnudan y se elevan siempre la una a la otra. Si no dices la verdad en la cama o no tienes valor de confrontarla, hay cosas que nunca podrás saber, peligros de los cuales no podrás aprender nunca a defenderte.

Y yo que escribo a golpe de corazonadas no quiero eso para ti, de ninguna manera.