No es fácil jugar con todas las cartas al mismo tiempo. Al primer movimiento erróneo, toda la jugada queda al descubierto o se descubre que no hay jugada, lo cual, en determinados contextos, como por ejemplo el electoral, puede ser terrible. Al líder del PSOE, Pedro Sánchez, y al de Cs, Albert Rivera, les sucede algo así. La sombra de la mentira, de la jugada falsa a todo a la vez, el contentar a todo el mundo y a nadie, los persigue y puede ser determinante de cara al resultado del 28-A y el escenario de pactos postelectorales. Ya avanzo que estos dos falsos cónsules, llamados a repartirse el poder como en la antigua Roma, con derecho a veto del uno sobre el otro, podrían no entenderse al final, y la salida no sería un pacto del PSOE con Podemos y los independentistas catalanes, sino una nueva repetición de las elecciones, como ya pasó con las del 2016-17.

Neutralizado el enemigo 'indepe', todos los socios del 155 se pelean por los réditos electorales de la represión y la gestión de la falsa cura: el condenar y pasar página

Pero nada de lo que puede suceder las próximas semanas en la política española, como nada de lo que ha pasado los últimos 7 años, se puede entender sin Catalunya. Hay dos grandes factores que decidirán la jugada del 28-A y sobre ellos bascularán los movimientos de Sánchez y Rivera. Y se producirán los patinazos. El primero, la evolución del pleito catalán y la reacción de una parte del votante españolista que duda entre Cs y el PSOE; el segundo, hasta qué punto la ultraderecha, Vox, ha llegado a contaminar el mensaje del PP y Cs y desfigurarlo. Y los dos factores giran sobre una verdad fáctica incontestable. Paradójicamente, los problemas del PSOE y Cs en la campaña, vienen determinados por el hecho de que Catalunya no será independiente en los próximos meses; o, dicho de otra manera, que el momentum ha pasado. Y, por eso los aparatos del Estado ―ahora los jueces de la Junta Electoral Central― dirigen todas las baterías de la represión contra elementos tan inocuos como los lazos amarillos o la terminología que usa TV3 para referirse a los presos políticos ―"presos políticos"― y exiliados ―"exiliados"―. Decapitados los liderazgos del independentismo, encarcelados y juzgados ―pronto, condenados―, o forzados al exilio, impuesto el orden simbólico en las calles y plazas, el españolismo se ha quedado sin enemigo. Pero como la pulsión que lo mueve, no es ni abierta ni constructiva, por mucho que toque la lira la insensible tercera via, sino exclusivista y excluyente, ahora no puede hacer nada más que ir a una guerra hobessiana de todos contra todos. Para decirlo lisa y llanamente, neutralizado el enemigo indepe, todos los socios del 155 se pelean por los réditos electorales de la represión y la gestión de la falsa cura del "mal" independentista: el condenar y pasar página. Y en el caso del PSOE si puede ser, la no dependencia de los votos del independentismo en el Congreso para una nueva investidura.

Pedro Sánchez nunca ha querido parecerse a Pablo Iglesias ―que se ha hundido solo―: el disfraz bueno es el de Albert Rivera, pero se tiene que saber mentir con clase

Sánchez sabe que puede arrancar votos no sólo a Podemos y a una parte del catalanismo sino también a Cs. Por eso Miquel Iceta, habla con un punto tramposo que con un 65% de apoyo al independentismo la democracia española sí que tendría que encontrarle un encaje, y, enseguida, Sánchez aparece en El Periódico para advertir que si hay un nuevo movimiento de unilateralismo se tendrá que volver a aplicar el 155. Si lo que dice Iceta tiene el riesgo de hacer huir hacia Cs una parte de potenciales votantes del PSOE/PSC, Sánchez los amarra diciendo que ahora no hay peligro de un nuevo 1 de octubre y que si lo hubiera, los socialistas son más españoles que nadie.

Sánchez nunca ha querido parecerse a Pablo Iglesias ―que se ha hundido solo―: sabe que el disfraz bueno es el de Albert Rivera, pero se tiene que saber mentir con clase. Y todo un presidente de la República francesa como Emmanuel Macron lo ha bendecido. Esto va de mentiras, pero sin que se note demasiado. Y a Rivera le crece la nariz cada vez que abre la boca. Ya sea para negar el pacto con la ultraderecha de Vox en Andalucía o para decir que nunca jamás hará presidente a Sánchez. Posiblemente también Manuel Valls se ha dado cuenta. Europa ―el mensaje de Macron a Rivera es claro― prefiere líderes con las mentiras en regla, es decir, previsibles, que mentirosos compulsivos capaces de negar a su sombra.

Es un axioma de la política y las elecciones que entre la copia, el PP de Pablo Casado, y el original, Vox, el elector fachilla de toda la vida prefiere Aznar

Y después tenemos el PP desrajoyzado y des-sorayizado. Es un axioma de la política y las elecciones que entre la copia, el PP de Pablo Casado, y el original, Vox, el elector fachilla de toda la vida prefiere a Aznar. El retorno del expresidente a los escenarios electorales es de manual: la operación tres en uno, también conocida como el trifachito, se ha descontrolado. Otra cosa es que el nuevo tratamiento funcione. La duda es si Víctor Frankenstein Aznar, el mentiroso más grande de la historia reciente de España, podrá desactivar a la criatura Abascal antes de que se lleve por delante al delfín Casado. La partida entre las derechas extremas se juega aquí en las provincias que menos votan y más escaños proporcionalmente deciden, las de la España vaciada, más que vacía, que también. He aquí otra de las grandes mentiras en juego en la campaña. El peso de la España vacía, la España sin gente, magnífica metáfora para evidenciar la consecuencia, y esconder la causa. El día que los 10 millones de la España vacía se den cuenta de que no fueron los catalanes los que se llevaron el cepillo, sino las élites depredadoras con chalet en la Villa y Corte y residencia fiscal en las Bahamas, que el AVE y las autovías no sirven de mucho si nadie sube ni circula, la verdad nos hará libres. Pero ganará quien más y mejor mienta.