“El tema de la llengua el trobo important, i m’està igual de bé que ho facin en català que en castellà, que facin el que creguin. Si ho fessin en català, l’avantatge que tindríem és que veuríem la diferència de cultures, de maneres d’entendre el món. Jo penso que això seria molt clar, però el fet de fer-ho en castellà té l’avantatge de dir, si al final estem parlant d’un procés d’intent de separació o d’intent d’emancipació o d’autodeterminació, és molt important que la parella de la qual et separes entengui per què et vols separar i per què allò que has fet no hauria de saber-li tant de greu, perquè resulta que un dia vas voler fer la teva. Jo crec que pot tenir la seva importància que la població espanyola entengui allò que van intentar fer aquests líders polítics, amb més o menys raó, més equivocats o menys, però que entenguin les seves raons.”

Jordi Cabré i Trias

El pasado viernes, mientras defecaba tranquilo en casa, escuché esta preciosa intervención del escritor Jordi Cabré i Trias en el programa No ho sé de RAC1 referida, como pueden imaginar, a la lengua con la que los políticos catalanes deberían dirigirse al Tribunal Supremo de nuestros enemigos, un alegato que, debido a su trascendencia, me he permitido reproducir aquí arriba para goce de mis amabilísimos lectores. Yo podría llegar a pensar, como hace el amigo Cabré, que el uso de la lengua con la que declararan nuestros representantes electos podría serme absolutamente indiferente. De hecho, las dos únicas veces que he declarado ante un juez en toda mi vida lo hice en español aunque las magistradas en cuestión me hubieran entendido perfectamente en mi lengua; pero lo preferí porque en español todavía puedo sonar más chulo y terco que de costumbre.

No sé si pensaría igual que Jordi, no obstante, si Òmnium Cultural me acabara de entregar el Premi Sant Jordi de novela y, todavía menos, si en mi acceptance speech me hubiera disfrazado de cupero para pedir el colapso en Barcelona el día anterior de la famosa visita del Consejo de Ministros en nuestra capital. Todo ello no lo sé, insisto, como tampoco acabo de ver claro que para declarar en un juicio uno deba renunciar a hablar en su lengua (algo que es de absoluta legitimidad constitucional dicho sea de paso) ni a tu cultura en tanto que forma de entender el mundo. Lo que sí me interesa es la idea según la cual deberíamos hablar a los enemigos en su lengua con la finalidad de que entiendan nuestras razones, así como la metáfora según la cual uno puede hablar de autodeterminación sólo a condición de hacerse amable al régimen que ha decidido hacer cualquier cosa para esclavizarte.

España no tiene ningún tipo de interés en entender las motivaciones de los políticos se juzgaran el próximo día doce

Porque la situación que nos ocupa no puede subsumirse en la metáfora de un matrimonio en crisis, sino que debería enmarcarse en un juicio absolutamente arbitrario que se ocupa a su vez del 1-O, un episodio donde se demostró perfectamente la existencia de un estado agresor versus una colectividad pacífica agredida. La metáfora, por tanto, no debería describir una separación amistosa, sino una relación donde uno aprovecha su poder con tal de hacer daño y reprimir. En este sentido, a la población española no sólo se la resudan los motivos por los que uno querría autodeterminarse, sino que continúa votando masivamente a los partidos políticos que el día 1-O perpetraron una represión estatal inaudita en la historia reciente de Europa. En este contexto, se use la lengua que se use, diría que los políticos catalanes no son precisamente quienes tienen la obligación de ser comprensivos ni comprensibles.

España no tiene ningún tipo de interés en entender las motivaciones de los políticos se juzgaran el próximo día doce, querido Cabré. Contrariamente, suspiran para verles en el trullo por muchos años. Por este motivo, sorprende todavía esta obsesión del catalanismo por recibir hostias y, por si fuera poco, creer que tiene la obligación de explicarse de forma comprensible para que todo el mundo le entienda y sepa lo bueno que es. Pero tampoco hace falta esforzarse mucho con todo esto. Al fin y al cabo, Jordi es convergente, pobrecito mío. Y lo de las metáforas es para escritores como Dios manda.