Rebrotan los nostálgicos del pujolismo. El proceso soberanista ha tenido la virtud de provocar que todo el mundo se descarara. Los conservadores de la derecha más rancia y españolita, por ejemplo, los que se sumaron al pujolismo cogidos de la mano de los cachorros intelectuales de Mas, hoy reniegan de casi todo lo que hicieron al servicio del proceso soberanista y arrastran a sus antiguos mentores —a los pujolistas de verdad— hacia el barro de la rendición. Como la mayoría de los medios de comunicación están en manos de los de siempre, o sea de los críticos con el nacionalismo y, por extensión, del soberanismo, se da la paradoja de que aquellos que antes se quejaban de no tener voz por culpa de su adhesión a Pujol, ahora tienen el micrófono abierto para atacar sin tapujos a Carles Puigdemont y al president vicario, Quim Torra. ¿Qué cosas, verdad? Dicen que la ruina política de Marta Pascal fue provocada porque escuchaba las predicciones de tres periodistas —dos de los cuales escriben en La Vanguardia y el otro en El Periódico— que le aconsejaron poner freno al procés. Los convergentes de raza —aquellos que desprecian a los intrusos— suelen equivocarse siempre. Les fascinan los lacayos.

Este tipo de gente quiere convertir el proceso soberanista en un maratón sin fin mientras hacen tertulia en los reservados de los restaurantes más selectos de la ciudad y ponen a caldo los políticos encarcelados o exiliados. No repiten el mantra de ERC sobre la necesidad de ampliar la base porque les queda un poco de estómago, pero atacan sin piedad los intentos de hacer república con un poco de coherencia. La nostalgia por el orden es lo que caracteriza a los reaccionarios de todo el mundo. Y eso pone al mismo nivel a antiguos altos cargos de la Generalitat, de la época de Artur Mas, hoy arietes contra Puigdemont, y Manuel Valls, que es la personificación de quien se proclama partidario de una Barcelona sometida a la "ley y la seguridad" contra los musulmanes y los inmigrantes en general y, aquí y ahora, contra el soberanismo catalán. Al menos esta fue su receta cuando era primer ministro francés. Una parte del personal del pujolismo ya era eso: una mezcla hecha de reaccionarios y de ilustrados con ínfulas, cuyo nacionalismo los llevaba a defender políticas típicas de la derecha.

La crisis desnudó al rey y todo el mundo constató que la Generalitat era una gestoría y poca cosa más

El otro día leía un artículo que elogiaba a Macià Alavedra y excusaba la parte oscura, la del hombre tacaño y acaparador que no dudó en aliarse con quien fuera —con morralla criada en el PSC— para alterar el precio de las cosas y enriquecerse. Ser inteligente no exonera a nadie de acabar siendo un inmoral. Mejor dicho, tendría que estar doblemente penado. Porque que un idiota se equivoque quizás es perdonable, pero que un tipo sobradamente preparado y que lo ha tenido todo en la vida nos tome el pelo, es imperdonable. Es entonces cuando la patria es un solar lleno de desperdicios y la bandera un trozo de tela pintado. Ya veremos qué dirá la historia del pujolismo dentro de cien años. Me aventuré a pronosticarlo en un artículo que me publicaron los que hoy me atacan sin piedad porque hoy sostengo lo mismo que sostenía en aquel momento. El pujolismo fue un cóctel dulce que combinaba un nacionalismo fuerte —que los catalanistas light de ahora entonces combatían porque no podían asumirlo— y un soberanismo con mucha retórica y poca miga. El pujolismo era un posibilismo estéril que, como se pudo constatar durante la última crisis económica, llevó el país a un callejón sin salida. La crisis desnudó al rey y todo el mundo constató que la Generalitat era una gestoría y poca cosa más. El famoso "peix al cove", que sustituyó la negociación política de verdad sobre el status de Catalunya, por miedo o por falta de voluntad, ha tenido unos efectos nefastos. No sirvió para ampliar el autogobierno y, además, alimentó la idea, completamente falsa, que Catalunya se enriquecía a costa de los españoles.

Los neopujolistas quieren volver a las pútridas aguas del régimen del 78. Allí vivían bien. Muchos se sentían cómodos con el cargo y la paga y otros se enriquecieron fraudulentamente mientras los "amigos" miraban hacia otro lado. Incluso la patronal española, acompañada de los dóciles sindicatos, quiere ayudar a los neopujolistas a hacer este cambio de sentido, como cuando, cerca del 23-F, el actual patrón de patrones publicó el libro España en dirección equivocada con soluciones dictatoriales. El patrón de patrones quiere ayudar a la "rectificación" catalana, que es la palabra de orden del establishment, seduciendo a algunos de los secuestrados en Lledoners. Cuando ves a los personajes que se juntan para enterrar en vida a los presos y los exiliados, que son el icono visible de la resistencia a la represión, te das cuenta de que la revolución de las sonrisas tendría que haber sido más decidida y emular a los revolucionarios de 1789. Ya habrá tiempo para separar el grano de la paja. Al fin y al cabo, el viento de la libertad ya ha desnudado a muchos impostores.