En 1939, la cupletista Celia Gámez formaba parte de los artistas e intelectuales identificados con el franquismo. Su fascismo era granítico y chabacano a la vez. Entre los cuplés que cantaba   había uno con una letra muy contundente, mucho más cínica que el patriótico “Banderita tú eras roja, / banderita tú eras gualda…”, que también cantó la argentina. Una de las estrofas de ese ardiente cuplé era: “¡No pasarán!, decían los marxistas. / ¡No pasarán!, gritaban por las calles./ ¡No pasarán!, se oía a todas horas/ ¡No pasarán! […] Este Madrid es hoy de la Falange/ siempre garboso y lleno de cuplés. […] ¡Ya hemos pasao!, decimos los facciosos./ ¡Ya hemos pasao!”. Aquel cuplé era un delirio musical, como explica Llibert Ferri en su último libro, L’ombra dels anys. Memòria d’un tram de vida europea, 1939-1990. (Angle Editorial, 2019). Y era también una revancha.

El pasado sábado, en Madrid, volvió a resonar el grito de !No pasarán! que pronunció 83 años atrás Dolores Ibárruri, La Pasionaria, la dirigente comunista que Marcel Mauri, el vicepresidente de Òmnium, citó como fuente de autoridad en su discurso ante las miles y miles de personas que se habían reunido en la plaza de Cibeles y en el paseo del Prado para denunciar la represión en España contra los independentistas catalanes. Pocos herederos de La Pasionaria se dejaron ver por Madrid. Al contrario, Gaspar Llamazares, el último secretario general del PCE tuiteó contra la manifestación con la misma mala leche y ofuscación que lo hacen en Barcelona gente de Podemos y de ICV que provienen del PSUC o de los comunistas de cualquier otra parte. Las analogías históricas siempre cuesta digerirlas. Lo que quiero decir es que pueden ser malinterpretadas y, además, la segunda vez que se pronuncian dejan de tener el valor histórico que se atribuye al original. Arte dedicó uno de los capítulos de la serie Grandes discursos al parlamento, caótico y exaltado, de La Pasionaria, pronunciado a Madrid el 19 de julio de 1936, y donde soltó aquel “¡No pasarán!” copiado del grito francés “On ne passe pas!” de 1914 dirigido contra los alemanes.

Lo que predominó en Madrid este sábado ante la masiva manifestación contra la represión fue el desprecio

La befa de Gámez estaba servida cuando los franquistas consiguieron entrar en Madrid para derrotar definitivamente a la República. La épica a menudo se menosprecia con la burla grosera. Pero lo que predominó en Madrid durante este primaveral y caluroso sábado de marzo ante la masiva manifestación contra la represión fue el desprecio, que es un clásico gubernamental y mediático español en esta larga etapa de conflicto abierto con el soberanismo catalán. Antes de dar paso a los discursos de rigor en este tipo de manifestaciones, la presentadora del acto pidió al público que observara un minuto de silencio por los atentados islamofóbicos en Nueva Zelanda. El silencio n silencio denso, de los que impactan cuando hay tanta gente junta. Entonces se pudo oír un grito solitario, seco, raquítico, que fue lanzado para ofender: “¡Viva España!”. Nadie respondió. La indiferencia protegió el silencio solidario. Fue la mejor respuesta de los manifestantes. La más digna. Porque a veces la dignidad no necesita estar arropada con frases pomposas, sobre todo si después no se pueden cumplir.