Antes de que acabe el 2021 volveremos a tener movida. La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, anunció ayer miércoles ante el Parlamento su intención de convocar un segundo referéndum de independencia del Reino Unido “antes de que termine la legislatura”, que coincidirá, mira por dónde, con el final de la legislatura catalana. La historia de Escocia y Catalunya tiene poco en común, aunque a menudo las fechas de sus grandes acontecimientos hayan coincidido. La unión dinástica entre las coronas escocesa e inglesa en 1707 provocó, al fin y al cabo, unos efectos parecidos a los que tuvo la victoria borbónica de 1714 sobre la Catalunya austriacista. Pero, bueno, mejor dejemos la historia en paz. Lo que importa es el pasado presente, que es ese anteayer de 2014, cuando Escocia convocó, de acuerdo con las autoridades de Londres, un referéndum de autodeterminación, mientras que en Catalunya Artur Mas convocó una consulta de autodeterminación, sin efectos legales, que sin embargo le costó la persecución política y patrimonial como forma de mostrar esa tan española intransigencia que resuelve los conflictos a porrazos, “por mis huevos”, como soltó un policía nacional mientras se abría paso entre la multitud el 1-O de 2017.

En 2014, el Partido Nacional Escocés (SNP), que por aquel entonces estaba liderado por su líder carismático, Alex Salmond, perdió la ocasión de convertir a Escocia en un estado independiente gracias a las fake-news que divulgaron la coalición de conservadores, laboristas y liberaldemócratas que, coordinados por el exministro laborista, Lord Alastair Darling, difundió todo tipo de mentiras sobre las siete plagas de Egipto que caerían sobre los escoceses si finalmente votaban a favor de la independencia. Durante dos años, de 2012 a 2014, la plataforma unionista Better Together recogió fondos para difundir todo tipo de propaganda que disuadiese a los escoceses de su propósito separatista. La lista es pública, se puede consultar en la versión en inglés de Wikipedia sin que nadie diga, que es lo que ocurre aquí con los histéricos españolistas, que se les está señalando. J. K. Rowling, la archiconocida autora de Harry Potter, donó un millón de libras a esa campaña y sigue vendiendo libros entre los niños escoceses. Igual que Joan Manuel Serrat sigue vendiendo copias de sus canciones sin que nadie le afee su unionismo español.

Cuando un gobierno supuestamente de izquierdas es capaz de recurrir a la mentira, al terrorismo de estado o a la detención y encarcelamiento de líderes políticos, ¿qué es lo que le separa de un gobierno mentiroso y terrorista conservador? 

El resultado del referéndum escocés estuvo influido por esa propaganda torticera, tanto como lo fue la victoria de los brexiters en el referéndum anti-UE que tantos quebraderos de cabeza provoca en Bruselas, Londres, París y Berlín. Los unionistas se impusieron con un 55,3%, que no llegó al sesenta por ciento que a menudo se le exige a los independentistas catalanes. ¿Por qué a los unionistas les basta con ese escaso cincuenta por ciento para imponer su criterio y a los independentistas se les reclama que superen porcentajes estratosféricos para conseguir su propósito? En Escocia, 2.001.926 de votos unionistas se impusieron al 1.617.989 de votos (44,7%) favorables a la separación. La participación fue elevadísima, el 84,48% del electorado acudió a las urnas porque así es como se resuelven los pleitos políticos en las democracias consolidadas, aunque en ellas cunda la manipulación ejercida tanto por la izquierda como la derecha. La crisis de la socialdemocracia tiene sus orígenes en esa nefasta coincidencia. Cuando un gobierno supuestamente de izquierdas es capaz de recurrir a la mentira, al terrorismo de estado o a la detención y encarcelamiento de líderes políticos, ¿qué es lo que le separa de un gobierno mentiroso y terrorista conservador? José María Aznar y Tony Blair en las Azores eran como dos gotas de agua.

En el discurso pronunciado ayer en la Cámara baja, titulado “Brexit y el futuro de Escocia”, Sturgeon anunció que la “única forma de proteger los intereses de Escocia” es conseguir la independencia, lo que, subrayó, salvaguardará también el lugar de la región “en Europa”. Si la independencia de Escocia puede convertirse en el salvavidas de la UE en las islas británicas, junto a esa Irlanda reunificada que ya se atisba en el horizonte, los independentistas catalanes deberían convencer al mundo de que la independencia de Catalunya es la salvaguarda de la democracia en la Europa del sud, cada vez más dominada por los extremistas de derecha. Las sesiones del juicio farsa que se está celebrando en Madrid son como una ventana abierta por donde sale el hedor de una democracia española corrompida por los cambalaches políticos que ponen en puestos relevantes a fascistas camuflados y por los enriquecimientos conseguidos con engaño. España se libró de la mafia, lo que no consiguió Italia, porque los mafiosos —lo que incluye a un sinfín da catalanes— estaban dentro del sistema. Salir de España es la única opción para los catalanes decentes y demócratas. Escocia volverá a intentarlo en 2021. El 28-A sabremos qué futuro nos espera a nosotros.