A veces, las líneas que mueven la política catalana pueden tener el origen más insospechado. Aunque pueda parecer un poco esotérico, es el caso de la estrategia que parece seguir la CUP y su (presunta) inspiración en el Comité Invisible.

Vamos por partes. Como no podía ser de otra manera, no se sabe exactamente quiénes son los "invisibles", si bien se especula que algunos de ellos pertenecen a la élite de la filosofía francesa. El Comité se origina en el colectivo Tiqqun, que con sólo dos números de una revista publicada en Francia entre 1999 y el 2001 “se ha convertido en una referencia de primer orden para todo el que se interese en reinventar a la vez una filosofía de combate y una acción política de transformación adecuada del presente” (La hipótesis cibernética, Tiqqun, ed. Acuarela & Machado, 2015)

De Tiqqun emergió en el 2001 la “comuna de Tarnac”, por el nombre del pueblecito donde se reunían sus miembros. El grupo ha producido dos libros. El segundo, La insurrección que viene, lo firma el famoso Comité, aunque se atribuye al activista Julien Coupat. Animados por el éxito, “un paradójico superventas subversivo traducido a varias lenguas”, el Comité ha publicado ahora  A nuestros amigos, otra obrita que en los ambientes “revolucionarios” se compara ni más ni menos que con El capital de Marx. Eso sí, teniendo en cuenta que ahora no es el capital quien manda sino su última mutación: el poder cibernético que aspira a dominar el mundo como Google y Facebook gobiernan las redes.

Los amigos invisibles formulan las bases de una revolución mundial cuyo objetivo es destruir desde dentro el nuevo poder cibernético
Los amigos invisibles formulan las bases de una nueva revolución mundial fuera de los esquemas del desastre del comunismo clásico y que tiene por objetivo destruir desde dentro –desde dentro de las redes– el nuevo paradigma o sistema de poder cibernético. Ante tamaña misión, convendrán que Pablo Iglesias o Ada Colau no hayan pasado de primero de chavismo-peronismo.

El amable lector se preguntará qué puede tener que ver “nuestra” CUP con todo esto. Pues que, para entender por qué los anticapitalistas revolucionarios e indepes –por este orden- més nostrats hacen lo que hacen, para entender por qué no invisten president a Mas a riesgo de que el procés se vaya al garete, hay que leer los libros del Comité.

Hay quien asegura que nada es improvisado en la estrategia de los cupaires: que tienen libro de cabecera, vaya. Que no es porque sí que mantienen la investidura, la legislatura y el procés en el aire –aunque, por lo que se ve, no quieren nuevas elecciones, no vaya a ser que les sienten mal–, sino porque la revolución mundial que preconiza el Comité tiene que empezar por algún sitio y en algún momento. Que tiene que tener, como si dijéramos, una localización espacio-temporal. Catalunya, por ejemplo, en esta hora.

La cuestión ya no es la investidura de Mas sino la gobernación de una Catalunya en manos de los diez diputados de la CUP
Ignoro qué leen Baños, Gabriel y compañía. Pero cada día esto tiene más pinta que la cuestión ya no es la investidura de Mas sino la gobernación de una Catalunya en manos de los diez diputados de la CUP. ¿O es que quizás alguien tiene garantías que una vez liquidado políticamente Mas –lo que seguro que es más factible que ganar la independencia–, la CUP dejará hacer a un gobierno presidido por Romeva, por Munté, o por Junqueras del que no formará parte? ¿No supondría eso “aplazar” la revolución un rato demasiado largo (los 18 meses de legislatura previstos en el acuerdo de Junts pel Sí)?

¿Cómo es que los mismos cupaires que la noche del 27S dieron por perdido el plebiscito (sí, los partidos “unionistas” hicieron idéntica lectura) exigen ahora pruebas irrefutables de que el Govern que finalmente se forme con su bendición, pero, naturalmente, sin su participación directa, hará la independencia cada día en forma de ley de desconexión o acto de desobediencia continuado a los poderes del Estado español? Y, obviamente, hace falta preguntarse hasta qué punto el estado mayor de CDC ha sido capaz de prever de qué material están hechos sus interlocutores en una negociación que hasta ahora sólo ha recogido un fracaso detrás de otro.

Los movimientos de la CUP han reactivado la desconfianza entre las bases del soberanismo y también en los entornos de Mas y Junqueras
Los aprendices de brujo, los que vuelven a tener prisa por pasar pantallas –hay en todas las casas del soberanismo– se pueden llevar más de una sorpresa. Cuidado. Por ahora, constato que los movimientos de la CUP en sede parlamentaria –las dos frustradas sesiones de investidura de Mas– y en sede presidencial –la negociación del miércoles pasado en la Generalitat– ya han cumplido otra expectativa estratégica: reactivar la desconfianza, no sólo entre las bases del soberanismo, sino en los entornos de Artur Mas y Oriol Junqueras, es decir, la columna vertebral de Junts pel Sí.

La desconfianza es la antesala del pánico. Y el pánico, como resultado de la introducción de una perturbación en un sistema, un “ruido”, en terminología informática, es la condición, según los teóricos de Tiqqun, para que el sistema cambie. Lógicamente, el paso previo es introducirse en el sistema. En el caso que nos oCUPa, el sistema que los (o)cupaires llaman el “procesismo”.  El "procesismo" administrado por un autonomista de derechas convertido al independentismo: Mas. Se trata de partir de un punto irrenunciable. De una "verdad" casi mística. Y éste es el primer consejo "revolucionario" del catecismo del Comité.

Si un sólo hacker puede poner patas arriba a medio mundo, imagínense lo que pueden hacer 10 diputados “revolucionarios” (auténticos) cuando de ellos depende ni más ni menos que la elección del próximo president de la Generalitat. Mientras tanto, y a falta de saber quién manda en el Comité (de la CUP) siempre podremos leer las obras completas del Comité (Invisible), que, por lo que se sabe, sólo son dos.