Soñaba con ello. Despierto y dormido. Ama a su Argentina y sabe que cada vez que se pone la camiseta albiceleste, él, Leo Messi, el mejor del mundo, siempre está obligado a convencer a su propia gente, como si tuviera que pasar exámenes de admisión en cada partido. De nada le sirve todo lo que ha hecho y hace en el Barça. El patriotismo suele ser así de perverso con sus ídolos.

Mago y obrero

Leo Messi quería tener una actuación como la que tuvo ante Colombia en el estadio Bicentenario de San Juan, ante los suyos para que lo quieran, para que lo amen como lo aman en Catalunya. En definitiva, para que lo respeten. Y sacó el genio, el de la lámpara mágica y el del carácter. Marcó un golazo y dio los otros dos. Argentina asistió a lo que quería ver hace tiempo. A un Messi inspirado. Mago y obrero del fútbol.

Messi hizo un llamado en plan populista antes del partido. Pidió apoyo al público. Que tuviera paciencia y que siempre estuviera con la selección. El resto lo haría él. Y salió con el semblante serio, bien afeitado, dispuesto a ejercer de capitán y de mejor futbolista del mundo.

Argentina necesitaba los tres puntos después de la paliza que recibió del Brasil de Neymar. A Colombia también le exigían el triunfo. Para el Mundial de Rusia sólo clasifican los cuatro primeros de un grupo de diez selecciones, y dos tienen que ir a la repesca. Un nuevo tropiezo les hubiera dejado en mala posición. Tras el triunfo sobre los colombianos, Argentina está en quinta posición detrás de Brasil, Uruguay, Ecuador y Chile.

Patón Bauza, seleccionador argentino, hizo siete cambios con respecto al último partido. Prescindió de Higuaín y también de Agüero, ni el goleador del Juventus ni el del Manchester City. Todos al banquillo. Toda la confianza en Messi. Y también en un pelotero como Ever Banega. Le salió bien esta vez. Domino. Y victoria.

Golazo de falta directa

Y Messi hizo realidad lo que había soñado, despierto y dormido. Recibió un puñetazo del defensa Balanta a los dos minutos. Y ocho minutos más tarde fue objeto de una falta. Pidió el balón. Lo colocó y ejecutó un disparo que Ospina, portero del Arsenal, al que ha vencido varias veces con la camiseta del Barça, sólo pudo ver como estremecía las redes de su portería.

Messi corrió con los puños cerrados. Serio. Casi bravo. Y levantó sus brazos al público, y gritó el gol. Hacía rato que esos disparos de falta directa se estrellaban en la barrera o iban por encima del larguero. Este, el primero que lanzaba contra Colombia, entró. Gol del alma. Gol ansiado. Gol para convencer. Gol para ganar liderazgo.

Y por si fuera poco, a los 23 minutos, volvió otra vez loco a su marcador, Balanta, y metió uno de esos centros que pone cuando juega con el Barça buscando a Jordi Alba o a Neymar o a Suárez. Al otro lado apareció Lucas Pratto, que remató a placer el segundo tanto de Argentina.

Después, Leo se dio hasta el lujo de calmar al madridista James Rodríguez que buscaba la bronca con el argentino Mercado. Y cuando el partido parecía que quedaba 2-0, Messi hizo otra de las que no hace ningún otro futbolista de calidad. Peleó un balón, lo recuperó y sirvió en bandeja a Di Maria el 3-0. Todavía tenía hambre.

Toda una exhibición. Es el mejor del mundo. La SuperLuna del fútbol actual.

Boicot a la prensa

Y, al final, hasta dio la cara ante la prensa como capitán y explicó que no querían nada con los periodistas después que uno de ellos, tras el partido contra Brasil, dijo que Lavezzi no había jugado porque se puso a fumar marihuana en un entrenamiento.