Desde el inicio de las manifestaciones masivas en Hong Kong, a principios de junio, Pekín ha endurecido significativamente su retórica y sus tácticas. En lugar de abordar las causas de fondo de la ira ciudadana, Pekín ha demonizado a los manifestantes y ha amenazado con eliminarlos enviando al ejército.

La retórica agresiva de Pekín, las campañas de desinformación y sus amenazas descaradas han galvanizado la resistencia en lo que se ha convertido rápidamente en una situación volátil. La crisis no se disipa. Muy pronto, la situación llegará al momento decisivo.

Las protestas masivas arrancan en respuesta a una polémica ley de extradición, que fue vista como un paso más en la erosión de la autonomía de Hong Kong. Las manifestaciones se expandieron rápidamente a causa de la indignación ciudadana por la violencia policial y la falta de respuesta del gobierno de Hong Kong.

En el fondo de esta crisis, sin embargo, hay un conflicto sobre la visión a largo plazo de la ciudad, sobre su alma.

El objetivo de Pekín es reforzar gradualmente su dominio sobre Hong Kong, con el objetivo de asimilar la ciudad al sistema político autoritario de la China continental y dominar a sus ciudadanos como hace en el resto del país. Al mismo tiempo, muchos hongkoneses se afanan en resistir cualquier nueva intromisión de Pekín en sus libertades y estilo de vida. Son dos objetivos radicalmente incompatibles.

En muchos aspectos, es un problema que Pekín se ha buscado. El régimen ha creado las condiciones para la crisis actual al no respetar sistemáticamente el marco "un país, dos sistemas".

Pekín se ha echado atrás de sus promesas, hechas antes de que Gran Bretaña le entregara la colonia, de mantener intacto el sistema político de Hong Kong hasta 2047. Los últimos años ha rebajado el marco "un país, dos sistemas" interfiriendo en la política, cambiando la ley electoral y otras regulaciones e influyendo en la sociedad civil de Hong Kong.

Al hacerlo, ha provocado resentimiento, ha reforzado la identidad de Hong Kong y ha generado una cultura de resistencia. Según una encuesta reciente, el porcentaje de hongkoneses que se identifican como chinos está ahora en su punto más bajo desde 1997, año de la entrega británica.

Eso preocupa al Partido Comunista Chino. Cuanto más se alargan las protestas, más se desafía su autoridad. Pekín no puede tolerar esta resistencia.

La estrategia polivalente

Los primeros días de protesta, Pekín adoptó un enfoque de bajo perfil, centrado en censurar las noticias de las manifestaciones para evitar que llegaran a la China continental. Este planteamiento, sin embargo, cambió rápidamente cuando el gobierno chino advirtió que las protestas continuarían y que necesitaba movilizar a la opinión pública.

¿Qué objetivo tiene ahora Pekín? A corto plazo, acabar con la molestia liquidando las protestas completamente, utilizando la fuerza si hace falta, como ha avisado varias veces.

Además, por lo visto en estas últimas diez semanas de manifestaciones, Pekín intentará reforzar todavía más su control político sobre Hong Kong para poner en jaque a la resistencia.

Para alcanzar sus objetivos inmediatos y a largo plazo en Hong Kong, Pekín ha puesto en marcha una estrategia multifuncional. Las últimas semanas permiten ofrecer una imagen completa de esta estrategia:

1) En primer lugar, Pekín apoya con firmeza a las cuestionadas autoridades de Hong Kong. Funcionarios chinos han instado repetidamente a la policía de Hong Kong a adoptar tácticas más duras contra los manifestantes, a los que ven como criminales. La última semana se ha observado  una escalada alarmante de la violencia policial, que utiliza gases lacrimógenos y balas de goma más a menudo.

2) Pekín también amplía su influencia en Hong Kong para consolidar apoyos entre las élites pro-establishment, empresas y otras "fuerzas patrióticas".

La semana pasada, la Oficina de Asuntos de Hong Kong y Macao del Consejo de Estado y la oficina de enlace de Pekín en Hong Kong celebraron una reunión con cerca de 500 personalidades prochinas en Shenzhen, una ciudad cerca de la frontera.

El mensaje clave del gobierno chino: estamos completamente detrás vuestro; vuestra suerte está ligada a la de Pekín. Eso ha impactado inmediatamente sobre el terreno en Hong Kong, con los multimillonarios de la ciudad "rompiendo su silencio" y pidiendo a los manifestantes que lo dejen.

Irónicamente, Pekín y sus aliados en Hong Kong mantienen una estrecha relación con las mafias del crimen organizado de la ciudad. En los últimos dos meses, estas mafias han asediado a los manifestantes en nombre de Pekín para extender el miedo entre la poiblación.

3) Pekín ha intensificado sus esfuerzos propagandísticos y de desinformación contra los manifestantes e intenta presentarlos como los malos de la película, que trabajan con nefastos agentes extranjeros para fomentar las revueltas y perjudicar a China.

La gente en la China continental se cree estas patrañas. El éxito de Pekín al movilizar con éxito a la opinión pública en el continente dificulta que el gobierno ceda en busca de algún compromiso [con la oposición], sin que eso quiera decir que China haya dado hasta ahora alguna señal de compromiso.

En todo caso, Pekín continúa su guerra implacable para ganarse el corazón y la cabeza de los ciudadanos.

4) Pekín aplica medidas punitivas para reducir el apoyo a los manifestantes. Por ejemplo, el gobierno chino ha ordenado a Cathay Pacific, la compañía aérea de Hong Kong, que impida a los empleados que participan en las protestas trabajar en vuelos que van a la China continental.

Así se transmite un mensaje inequívoco: si apoyáis a los manifestantes perderéis dinero. Pekín continuará esta política de castigo a las empresas de Hong Kong y a las internacionales que considera en el "lado equivocado" de la crisis política.

5) Pekín intenta disuadir las protestas, cada vez más intensas, amenazando con intervenir con la fuerza.

El gobierno chino ha amenazado reiteradamente con enviar a las fuerzas armadas si las protestas se salen de madre. De hecho, en algún momento podría considerar que la situación reclama una intervención militar, a pesar de los elevados costes que comportaría esta decisión.

Esta actitud de Pekín tiene como objetivo enviar un mensaje disuasivo y es también parte de una campaña psicológica más amplia contra los manifestantes, aunque la situación no es como para ordenar una intervención militar inminente.

6) A pesar del malestar, Pekín probablemente acelerará sus esfuerzos para integrar económicamente a Hong Kong con el continente a través de proyectos de infraestructuras. Los trenes de alta velocidad, los nuevos puentes y la cooperación económica son parte de ese esfuerzo a largo plazo. También endurecerá el control sobre las instituciones políticas, el sistema judicial y los medios de comunicación de la ciudad.

Un problema a largo plazo

El movimiento de protesta ha reforzado entre los líderes chinos una idea importante: el insuficiente poder gubernamental, las libertades civiles y la debilidad percibida llevan a la pérdida de control, la resistencia y la inestabilidad social.

En consecuencia, se reforzará el propósito de Pekín de afirmar su control sobre Hong Kong, cosa que, a su vez, provocará más resentimiento y una mayor resistencia de los hongkoneses.

Pekín tiene en sus manos un reto a largo plazo en Hong Kong. Para resolver el actual callejón sin salida no bastan las tácticas duras y agresivas. Por mucho que disguste a unos y otros, Pekín y los manifestantes tienen que llegar a un compromiso. Eso cae ahora mismo un poco lejos, por el actual entorno de escalada de la violencia, pasiones inflamadas, nervios rotos y endurecimiento de posturas a ambos lados.

Pekín, sin embargo, tiene que reconocer que su actuación siembra las semillas del conflicto futuro, de la misma manera que las promesas rotas han llevado a la situación actual.

Adam Ni es investigador especialista en China en el departamento de Estudios de Seguridad y Criminología, de la Universidad Macquarie (Sydney, Australia). Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.