El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha reconocido hoy Jerusalén como capital de Israel, y trasladará allí la embajada norteamericana en un plazo de 3 o 4 años. El reconocimiento es el paso más importante que ha dado un dirigente de una potencia internacional hacia las posiciones israelíes, después del reconocimiento de la independencia, en una de las zonas de equilibrio más delicado del planeta.

Israel declaró en el año 1980 Jerusalén como la capital del país, siguiendo la tradición histórica bíblica y judía. Y al mismo tiempo, los palestinos pasaron a considerar Jerusalén Este como su capital, en un intento de no perder la partida y reivindicando que es también una ciudad sagrada para los musulmanes.

Jerusalén es una ciudad en disputa desde hace más de 3.000 años, pero los únicos que han tenido continuidad de presencia en ella han sido los judíos. Cuando la asamblea general de la ONU aprobó en el año 1947 la resolución para la partición de la Palestina británica en un Estado judío y un Estado árabe se pensó en Jerusalén como una entidad aparte, que sería administrada durante 10 años por la ONU antes de celebrar un referéndum en la ciudad para que decidiera su ubicación.

Pero los árabes declararon la guerra al naciente estado de Israel, y el plan no prosperó. Fruto de la guerra, la ciudad quedó dividida en una parte israelí y una parte árabe controlada por Jordania. Fue la primera vez que Jerusalén quedó partida, y lo estuvo hasta la Guerra de los Seis Días en el año 1967, cuando los árabes perdieron y en consecuencia toda la ciudad pasó en manos israelíes. Se respetó la libertad de los lugares santos de las tres religiones, con episodios constantes de tensión.

Israel, sin embargo, no definiría Jerusalén como capital hasta 13 años después. Estados Unidos aprobó por ley en 1995 el traslado de la embajada, ahora en Tel Aviv, a Jerusalén, pero ningún presidente norteamericano lo había empezado a ejecutar.

Las consecuencias de la decisión de Trump, que suponen un giro de la administración norteamericana, son de consecuencias imprevisibles, y se espera una reacción hostil del gobierno palestino, de Hamás y de los países árabes, además de Turquía. El gobierno israelí ha movilizado a fuerzas suplementarias del Ejército i de la Policía en las principales ciudades y en los puntos delicados.

Después del paso que ha dado Estados Unidos, también la República Checa ha reconocido Jerusalén Occidental como capital de Israel, y ha anunciado que considerará trasladar allí su embajada "en base al resultado de negociaciones con nuestros socios en la región y en el mundo". Chequia ha añadido que considera que Jerusalén debe ser capital tanto de Israel como de Palestina.