La destitución de la presidenta brasileña Dilma Rousseff y su sustitución por el conservador Michel Temer ha despertado una tormenta política en América Latina. Se sospecha que el nuevo ejecutivo se mostrará muy crítico con los gobiernos "bolivarianos" de la región. Por eso ya ha habido reacciones de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), compuesta por Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Dominica, Saint Vincent y las Granadinas, Antigua y Barbuda, Santa Lucia, Sant Kitt i Nevis, y Granada. ALBA ha emitido un comunicado en que alega que no hay razones legítimas ni fundamentos jurídicos para el impeachment y que constituye "un atentado a la voluntad popular".

La oposición venezolana

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha pedido el retorno a Caracas de su embajador en Brasilia y ha calificado la destitución de Rousseff de "canallada". El hecho es especialmente grave porque Venezuela preside temporalmente la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) y a partir de junio presidirá al Mercosur.

El Salvador y Nicaragua

El Salvador ha afirmado que no reconoce el gobierno brasileño y ha llamado a su embajador a consultas. Daniel Ortega, el presidente sandinista de Nicaragua, también se ha mostrado contundente, y ha asegurado que el impeachment es “un drama, una comedía, una tragedia, un mamarracho político y jurídico, y en el centro de todos los actores, el águila imperial”. Varias organizaciones oficialistas cubanas también han emitido un comunicado en que califican la maniobra política de "atentado contra el Estado de Derecho y la democracia".

Mujica, menos contundente

El ex presidente del Uruguay José Mújica también se ha mostrado muy crítico con la decisión del parlamento brasileño, afirmando que "hiede a golpe de estado muy reglamentario". A pesar de todo, Mujica se ha desmarcado de Dilma Roussef y cree que ante la situación de descrédito general del sistema político en el Brasil se tendrían que haber convocado elecciones generales. Ha recordado que muchos parlamentarios están procesados y ha asegurado que el sistema político brasileño "está gravemente enfermo".

Argentina, dividida

En Argentina el presidente Macri ha aceptado el nuevo gobierno brasileño, aunque el Ministerio de Asuntos Exteriores argentino no ha dejado claro si cree en la "legitimidad" del proceso. En cambio, el candidato a presidente de la izquierda en las últimas elecciones, Nicolás del Caño, ha repudiado el impeachment a Dilma y ha exigido que no se reconozca el nuevo gobierno.

El precedente paraguayo

En el 2012 el Mercosur suspendió a Paraguay de la organización después que el presidente Fernando Lugo fuera destituido mediante un juicio parlamentario. En aquel momento se consideró que el proceso no era legítimo y alteraba la normalidad democrática. Esto abre la puerta a que Brasil sea apartado de la organización.

El equilibrio continental, en juego

Los gobiernos de izquierda ven con preocupación cómo Brasil se escapa de la alianza que habían mantenido en los últimos años. El Ministerio de Exteriores brasileños ya ha mostrado su rechazo hacia las injerencias externas y ha acusado en los países de la región de "opinar y propagar falsedades sobre el proceso político interno en el Brasil". Pero la nueva política exterior brasileña no sólo se percibe como una amenaza en el Mercosur. Los nuevos dirigentes, muy pro-occidentales, no son muy favorables al BRICS, el bloque compuesto por Brasil, Rusia, la India, China y Suráfrica. Y en estos países también se ve con prevención el nuevo ejecutivo brasileño.