El foco del terremoto debe proyectarse mentalmente como una película del NO-DO: el Ministro español de Consumo, con cola y cuernos de Satanás bolivariano, no satisfecho con pretender limitar la publicidad de la dulce carne de panteras rosas y tigretones, reabre la caja de Pandora con unas declaraciones (para colmo, a un rotativo de la Pérfida Albión) en las que critica las macrogranjas y resalta los beneficios de la ganadería extensiva. Escándalo, es un escándalo, canta Raphael. Las ondas sísmicas de indignación recorren la España vaciada (y repoblada con millones de animales hacinados), haciendo temblar algún caracolillo suelto en la nuca de un pelazo engominado. ¡Que no cunda el Panrico! El Líder de la oposición al Nuevo Catecismo Nutricional, una vez más, está aquí para limpiar la hasta ahora impoluta imagen exterior del país (ejem) y auxiliar a las grandes corporaciones cárnicas y lecheras de las veleidades del contubernio judeo-masónico-marxista-vegenazi. Sin embargo, el escenario que el Presidente del PP escoge para reiterar la exigencia al Presidente del gobierno del Estado, el proteico entusiasta del chuletón-en-su-punto, de que fulmine al ministro de Izquierda Unida, al tiempo que defiende la ganadería extensiva, no puede ser más incongruente. Lejos de citar a la prensa en una macrogranja para mostrar al mundo las supuestas bondades de las fábricas de carne, ni corto ni perezoso va y da la conferencia desde una pequeña y bucólica granja familiar. ¿Hacer pasar la ganadería intensiva por lo que evidentemente no es? ¿Que no? Aguántame el cubata. Consultado que fue sobre la cuestión por una periodista con dos dedos de frente, el Líder de la oposición, con un par de vacas al fondo pastando la ancha tierra castellana, balbuceó una retahíla de hilarantes explicaciones: «No hemos podido ir a una macrogranja porque aquí no hay macrogranjas (…) De hecho, lo más parecido a una granja intensiva que tenemos por aquí (Castilla y León) es la de Javi (señala a alguien fuera de plano, el tal Javi, cabe suponer) pero es de vacuno para leche (...) hace productos lácteos estupendos... Arroz con leche; leche, eh... yogures y quesos... eh... y... es de la raza frisona, láctea, la vaca esta que es negra y blanca (aclara). Por cierto, la última vez que estuvimos acababa de nacer un choto (sic)... Pero bueno, en fin, también quería que disfrutaran de este entorno.»

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«Más ganadería y menos comunismo». Fotograma de la película Animal Farm, de János Halász y Joy Batchelor (1954) / Foto: l’Officiel

 

Newspeak es la lengua ficticia que aparece en 1984, la célebre distopía de George Orwell

 

Distopía, rebelión animalista y el diario de un pinche de cocina

La expresión «lengua de madera» es un calco de la francesa langue de bois, muy arraigada en el lenguaje político del país galo, siempre en la avanzadilla en cuestiones del paladar. Durante los años ochenta la expresión se asociaba al totalitarismo soviético, no obstante hoy día suele utilizarse en referencia al lenguaje vacío, impreciso y capcioso tan en boga en la comunicación política ultraconservadora de países democráticos. Un sintagma, por tanto, primo hermano de otros como fake news, bulo o logomaquia, el arte de hablar sin decir nada. Novaparla, como se traduce literalmente al catalán, es un término adoptado del inglés Newspeak, la lengua ficticia que aparece en 1984, la célebre distopía de George Orwell. En la novela, la newspeak se basa en el inglés, pero con un vocabulario y una gramática muy reducidos y simplificados. El motivo es que el régimen totalitario del Partido quiere usar las restricciones del lenguaje para imposibilitar cualquier discurso o pensamiento subversivo. El escritor inglés es hoy conocidísimo por este título y otros como Rebelión en la granja (1945) y Homenaje a Cataluña (1938), pero la génesis de la denuncia orwelliana de la injusticia social y el totalitarismo se remonta a su primer libro, publicado en 1933, que provocó escalofríos entre los gourmets: Sin blanca en París y Londres, cuya primera edición se tituló Diario de un pinche de cocina (A Scullion's Diary), una crónica en primera persona de las penosas condiciones laborales de un trabajador de hostelería en los suntuosos hoteles de clase alta.

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Sampurus een la vitrina de un restaurante japonés. / Foto: Pixabay

 

Imaginen a un político carpetovetónico sosteniendo un sampuru de atún rojo para mostrar la abundancia de este pescado azul en el Mediterráneo

 

«Todo es mentira salvo algunas cosas». Fake Food: comida de plástico para paladares de madera

El equivalente gastronómico de la lengua de madera (aquella que M. Rajoy llevó al paroxismo al ser preguntado por los papeles de Bárcenas) podríamos encontrarlo en sampuru: el arte japonés de la comida falsa. Las réplicas hiperrealistas de platos cocinados o alimentos crudos hechas de plástico, silicona, cera, resina o materiales similares, que se muestran tradicionalmente en las vitrinas de los restaurantes nipones. Con casi un siglo de historia, estos modelos siguen la idea, ya formulada por Apicio, gastrónomo y escritor romano del siglo I, de que la comida entra por los ojos; así como para hacer más comprensibles los menús japoneses, especialmente para los turistas y extranjeros. Es decir, nacen de la necesidad de una gramática visual reducida, artificial y simplificada (lengua de madera), que actúe como cebo. Posteriormente, y fuera de contexto, esta artesanía se elevó a una forma de arte cuando los modelos japoneses de comida plástica de la Sampuru Maizuru Company se exhibieron en el Victoria and Albert Museum de Londres, casualmente, en la orwelliana fecha de 1984. Décadas atrás, los sampurus sólo se podían encontrar y comprar en Tokio, en la calle Kappabashi-dori o Kitchen Town, dedicada por completo a la cocina. Hoy en día, sin embargo, existen diversas empresas en todo el mundo dedicadas a la fabricación artesanal de comida falsa, desde la norteamericana Fake Foods a la gallega Modelarte.   Paralelamente, a lo largo de los años, los usos de las réplicas artificiales de alimentos se han diversificado: decorados de películas, programas de televisión, teatro, publicidad, ferias comerciales, museos, bufés de casinos, salas de banquetes y cruceros donde no pueden mostrarse festines reales, la educación nutricional, los estudios de mercado… Ergo, no debería extrañarnos que la fake food se utilice también en ruedas de prensa para soltar bulos: imaginen a un político carpetovetónico sosteniendo un sampuru de atún rojo para mostrar la abundancia de este pescado azul en el Mediterráneo, o réplicas perfectas de maíz como prueba fehaciente de la inofensiva acción del cambio climático en los cultivos de secano, o una comparecencia del Líder de la oposición al Nuevo Catecismo Nutricional desde la granja de Pinypon para destacar los evidentes beneficios medioambientales, éticos y nutricionales de la ganadería intensiva.

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Guerra es paz. Libertad es esclavitud. Ganadería intensiva es ganadería extensiva / Fotograma de la película 1984 (Michael Anderson, 1956