La estrella de “la Caixa” proviene de un gran tapiz de Miró que todavía cuelga en la sede central -que no la sede social- de la entidad. El año 1979, en un proceso de refundación de su imagen corporativa, el banco encargó al artista una creación; obra que Miró realizaría con el artista textil Josep Royo. En la génesis de aquel logotipo, la entidad reivindicaba la idea del mecenazgo y el compromiso con la sociedad a través de la promoción del arte y la cultura. Pero miles de años antes de que la estrella de Miró saltara del tapiz a la libreta de ahorros, nuestros pastores ya grababan estrellas desfiguradas y otros símbolos como cruces, flores o geometrías en el fondo de unas cazuelas de madera: las queseras. De este modo, los quesos resultantes quedaban marcados con un símbolo identificador de cada masía, un emblema asociado al paisaje y al imaginario supersticioso, religioso y mágico propio de los habitantes de los Pirineos.

"Un cocinero se convierte en artista cuando tiene cosas que decir a través de sus platos, como un pintor en un cuadro"

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Quesera de madera cortada de tronxón / Traveler

La vida de los pastores

A la obra La vida de los pastores (1935), de Salvador Vilarrasa, referente a la vida de los habitantes de los valles del Ripollès a principios del s. XX, pertenecen estas palabras: “Mientras las ovejas pastan quietas, el pastor se entretiene trabajando distintos objetos. Los pastores jóvenes ya no se dedican mucho, pero los viejos, en las horas vagarosas, en verano en la montaña y en invierno cuando guardan el rebaño en casa de sus amos, hacen diversidad de trabajos manuales, algunos muy remarcables, que denotan traza y verdadero gusto artístico, sobre todo teniendo en cuenta que los pastores, en general, son gente que no han podido recibir instrucción de ningún tipo. La mayor parte de los objetos son de madera de boj”.

Por su parte, el folclorista Violant i Simorra, máximo exponente de este movimiento de carácter nacionalista y autor de múltiples trabajos de campo y publicaciones, escribió en su obra D’art Popular Pallarès (1938), “Para hacer el queso, uno se sirve de una cazuela, con el fondo más o menos abigarrado formando canaleta, con unos agujeros que atraviesan afuera por donde se escurre el suero lácteo al apretar la cuajada al hacer los quesos. Esta canaleta y agujeros suelen ser grabados y tan bien calculados y con tanta simetría que bien puede decirse que resultan una bella (aunque humilde) obra de arte popular”

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Una creación mía para la quesería Mas Marcè / Matias Vargas

El queso serrat

Si la cartilla de ahorros representa la transubstanciación de la estrella de Miró, el queso serrat lo es del arte popular asociado a la cultura quesera catalana. “Este queso debe su nombre a la textura continua, cerrada o serrada que lo caracteriza, a pesar de que la gente de montaña lo denomine, sencillamente, queso de oveja. Interiormente, es un queso sin agujeros o, a lo mucho, con unos pequeños ojitos grandes como la cabeza de una aguja, repartidos regularmente. El corazón es de color blanco un poco amarillento, matiz que se acentúa hacia los bordes. Por fuera es de color amarillo, con una piel muy fina y lisa, de apariencia cerosa y sin ninguna grieta. Solo en la parte superior llevaba grabados los dibujos que los pastores labran en fondo de las queseras” (nota de Enric Canut a Los quesos en Cataluña, 1980).

"Más allá de la plaga de logotipos que nos rodea, la llegada de unos nuevos símbolos marcados sobre la piel de los quesos"

Un futuro inminente

Decía Miró que “un cocinero se convierte en artista cuando tiene cosas que decir a través de sus platos, como un pintor en un cuadro”. Y, personalmente, no se me ocurre ningún argumento para no considerar los queseros y queseras como cocineros y cocineras, respectivamente. Es por eso que, en el seno de la cultura quesera catalana, intuyo una revolución estética venidera; más allá de la plaga de logotipos que nos rodea, la llegada de unos nuevos símbolos marcados sobre la piel de los quesos que habrá que interpretar y morder a la vez.